La llegada de Javier Milei a la presidencia no solo reordenó el mapa político nacional: también sacudió hasta sus cimientos a las estructuras provinciales, especialmente en territorios históricamente dominados por el peronismo
Tucumán es un caso testigo. En esta tierra de liderazgos verticales y alianzas pragmáticas, el tablero político está mutando aceleradamente. Y todo indica que las elecciones legislativas de 2025 se jugarán en un esquema de tres tercios: el peronismo alineado con Milei, un nuevo peronismo disidente y el emergente espacio libertario.
El gobernador Osvaldo Jaldo eligió -o aceptó- el camino de la colaboración con la Casa Rosada. Su alineamiento con Milei, más pragmático que ideológico, generó un profundo malestar entre muchos de sus propios compañeros de ruta. Lo que comenzó como un murmullo incómodo en los pasillos del peronismo tucumano, hoy se ha convertido en un espacio político con nombre y estructura: el sector anti Milei/anti Jaldo, cuyas cabezas visibles son el diputado nacional Pablo Yedlin y el legislador -y ex intendente de Tafí Viejo- Javier Noguera. Agrupados bajo una identidad cada vez más sólida, este grupo se posiciona como la única opción con peso real capaz de plantarse frente al oficialismo y la ola libertaria.
En la vereda del oficialismo, Jaldo transita tiempos de tensión. Gobernar con el látigo y la lapicera no le alcanza para contener la fuga de algunos dirigentes ni para ordenar las lealtades internas. En su afán de mostrarse fuerte y consolidado, ha ¿presionado? a figuras como la intendente de la capital, Rossana Chahla, y al vicegobernador Miguel Acevedo para que se alineen públicamente con él. Ambos acceden, quizás, por una obligación institucional, pero la relación con el gobernador no parecería ser tan armoniosa. Hay miradas de desconfianza, silencios calculados y proyectos personales que no necesariamente coinciden con los del mandatario. Se observa más “feeling” entre Chahla y Acevedo que entre ellos con Jaldo. Para decirlo más coloquial, la intendente y el vicegobernador deben tragarse “el sapo” con el mandamás tucumano.
En paralelo, La Libertad Avanza pisa fuerte, aunque todavía sin caminar demasiado. El sello Milei se ha convertido en un activo electoral de peso, incluso sin una estructura territorial consolidada. Lisandro Catalán, vicejefe de Gabinete nacional y referente local, reparte su tiempo entre Tucumán y Buenos Aires, con una mira puesta más en 2027 que en este octubre. Sin embargo, en el espacio saben que no hay 2027 sin una buena performance en 2025. Por eso apuestan a la marca Milei y, de esa manera, asegurar al menos una banca en la Cámara de Diputados. “No importa el nombre del candidato, importa la marca”, aseguran desde el espacio.
En la oposición tradicional, el panorama es más difuso. El radicalismo parece desdibujado, sin brújula ni liderazgos firmes. Roberto Sánchez sigue siendo el nombre más potable, pero sin estructura ni cohesión interna -y con una UCR nacional en franco retroceso- sus chances son limitadas. A diferencia del peronismo, los radicales no solo están fragmentados: directamente se detestan entre sí.
Fuerza Republicana, el espacio que alguna vez fue la principal fuerza opositora local, navega en la incertidumbre. Ricardo Bussi espera un llamado -que no llega-, alguna señal que le devuelva centralidad. Si se presenta solo, como candidato testimonial, tendrá menos impacto que en otras elecciones.
Así, Tucumán se encaminaría hacia una elección de tercios. Un tercio gobernado por el oficialismo jaldo-mileísta, otro por el peronismo disidente y un tercero por los libertarios. En ese esquema, Jaldo podría asegurar dos bancas, mientras que los anti Milei y La Libertad Avanza podrían obtener una cada uno. El resultado: el libertarismo consolidado, el peronismo crítico fortalecido y un gobernador con menos poder y más ruido interno del que quisiera.
En resumen, ganan los libertarios, ganan Yedlin y Noguera, pierde poder Jaldo. La política tucumana cambió. Y parece que para quedarse.
TICHO para SIN CODIGO