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Karina Milei constituye una “diarquía” (autoridad dividida y ejercida simultáneamente entre dos personas) con su hermano mayor y se transformó en figura fundamental del Gobierno

 Karina fue quien ideó el eslogan “La Libertad Avanza”. Fue, también, quien sugirió que Javier sorteara su dieta de diputado nacional. Fue ella quien lideró el evento de lanzamiento del partido propio de Milei en la ciudad de Buenos Aires. Y fue ella quien anunció el 8 de marzo, minutos antes de una marcha feminista por el Día Internacional de la Mujer, que el Salón de las Mujeres de la Casa Rosada pasaba a ser el Salón de los Próceres.

Un politólogo que los trata desde 2021 remarca que conforman una “diarquía”: “Son como John y Robert Kennedy, pero argentinos”.

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La unión, a veces, proviene de las penas compartidas. Y ellos atravesaron las “palizas normales” y las otras. Incluían un menú de trompadas y patadas provisto por un hombre de casi 2 metros y 100 kilos. El propio Javier relató una de esas golpizas salvajes. Tenía apenas 11 años y en plena euforia de Malvinas se le ocurrió afirmar frente a su padre que la intentona era un “delirio” que terminaría mal. “Beto” le pegó tan duro que su hermana, de 10, entró en shock. Terminó en el hospital. Y desde allí llamó su madre, Alicia, a Javier. Le dijo que él sería responsable si Karina se moría.

La violencia, física y psicológica, se prolongó durante años. Pero registró un punto de inflexión, que tiene dos versiones, según quién la cuente. Una dice que un mal día “Beto” también quiso agredir a Karina -o que incluso llegó a pegarle- y que el ahora Presidente le plantó cara. La otra versión es especular: cuenta que “Beto” volvió a lanzarse sobre Javier, pero que fue Karina quien se interpuso. Pero en ambas variantes, el resultado fue el mismo: la violencia que afrontaron –y el modo en que se defendieron de ella- los soldó para siempre.

Él es más explosivo e histriónico; ella, más estable y muy callada. Él dice que ella es Moisés y él, apenas su “divulgador”, un “vocero” de ella y de Dios, aunque el ejemplo no lo favorece mucho: en el relato bíblico, el portavoz de Moisés fue Aaron… y ése es el nombre del perro de Karina, un pastor suizo de blancura inmaculada. A él le interesa sólo la economía; ella se define como “javierista” y se encarga del resto: gestiona la maquinaria gubernamental y teje y desteje dentro de La Libertad Avanza. Ella tiene la última palabra en ocasiones hasta por encima de su propio hermano, según coincidieron una quincena de altos funcionarios, legisladores, colaboradores, socios políticos y miembros de su entorno íntimo.

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“Para que te quede claro”, resumió un lugarteniente de los Milei, “si algo le pasara a Javier que lo alejara del poder por unos días, la cosa seguiría adelante como si nada; pero si algo le pasara a ella, el Gobierno se caería a pedazos en 48 horas”.

Ella es dos años y cinco meses menor que Javier. Él nació en octubre de 1970; ella, en marzo de 1973. Desde chicos son inseparables. Cuando él atajó para el club El Ideal, ella se convirtió en la mascota del equipo; cuando él atajó para San Lorenzo y Chacarita, ella siguió cada partido; cuando él cantó canciones rolingas con el grupo “Everest”, ella se encargó de su vestuario; cuando él lideró una obra de teatro, ella se convirtió en actriz de reparto y se encargó de la producción, el marketing y, otra vez, del vestuario. Cuando él se lanzó a la política, ella acuñó el nombre “La Libertad Avanza”. Cuando él protagonizó un documental, ella personificó a su ángel guardián, con alitas blancas y todo. Y cuando él asumió la Presidencia, ella se convirtió en el engranaje central de la maquinaria.

Soltera, sin hijos y sin parejas estables conocidas, su norte es preservar a su familia. A diferencia de Javier, que llegó a cortar todos los vínculos con sus “progenitores” durante más de 10 años, ella cuidó de “Beto” y Alicia, y se encargó de restablecer los puentes parentales con Javier, antes de la pandemia, con la ayuda del economista Diego Giacomini, por entonces íntimo amigo de Javier.

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Tajante y dura como puede ser, sin embargo, quienes rodean a Karina destacan que puede también ser muy cariñosa. Otra ex novia de Milei, Daniela Mori, no tiene más que agradecimiento hacia ella por su calidez en momentos en que su hija atravesaba momentos durísimos de salud. Pero canta otro ruiseñor en las lides políticas. “Es muy desconfiada”, cuenta un alfil que interactúa con ella. “Se pregunta por qué te acercás a Javier o a ella y para qué, qué querés sacarles, además de que le disgustan los que tienen alto perfil o pueden quitarle protagonismo a su hermano”.

Propios y ajenos le reconocen su tremenda capacidad de trabajo y cuán metódica es, al punto de que algunos la calificaron como “una máquina”. Curioso contraste, si cabe, con su faceta espiritual. Católica por bautismo y educación, ahondó en las aguas del tarotismo para ayudar a su hermano a comunicarse con Conan, el adorado perro que murió de cáncer en octubre de 2017 y yace enterrado cerca de la playa “Luna Roja” de Chapadmalal.

Entre sus allegados, Karina también suele aludir a las energías, a las constelaciones, a la biodecodificación y al aura de las personas.

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Karina sabe que muchos descreen de esa dimensión metafísica. Y en ocasiones ella se permite bromear con eso. En esas ocasiones dice que es una “bruja”, pero buena, y relata sus aquelarres con otras hechiceras. Fueron tiempos en que Karina y Javier se movieron entre tarotistas, fanáticos del cosplay, como Liliana Lemoine, y del formoseño Luis Padrón, más conocido como “el Elfo argentino”.

Sin militancia partidaria, recorrido político, ni experiencia en la administración pública, ella se muestra recelosa. “La política es una basura”, sintetizó su parecer sobre “la casta” cuando accedió a sentarse frente a la cámara de Santiago Oría, documentalista afín. Pero su desconfianza hacia la política conlleva un problema. Acaso deba ser, el año próximo, candidata a diputada nacional.

Extractos de Hugo Alconada Mon, La Nación

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