En Tucumán, el discurso populista se repite como un mantra: “es gratuito”. Colectivos gratuitos, pan gratuito, mercadería gratuita, entradas para festivales gratuitos, pases para estudiantes y jubilados, y un sinfín de “beneficios” que, según nos dicen, no cuestan nada
Pero lo cierto es que, en la vida, nada es gratuito. Cada bolsa de mercadería, cada ticket, cada colectivo, se paga. Y se paga caro: con los impuestos de los tucumanos que trabajan, producen y sostienen a un Estado cada vez más grande, ineficiente y clientelista.
Esta lógica del “todo gratis” no es otra cosa que una trampa. Una estrategia política para mantener a la población rehén de su pobreza. En lugar de fomentar el desarrollo económico, estimular la industria o apoyar al comercio local para generar empleo genuino, el Gobierno elige regalar miserias con fines electorales. La ayuda deja de ser un puente hacia el progreso y se convierte en un ancla. Un mecanismo para controlar al votante.
El populismo, en su versión más cruda, es eso: construir un megaestado que reparte lo mínimo necesario para que la gente subsista, no para que crezca. Y cuanto más pobres haya, más dependientes serán del Estado. Más vulnerables a los discursos que prometen “gratuitos” lo que deberían poder obtener con el fruto de su trabajo.
Se trata, en el fondo, de un robo silencioso: el robo a la dignidad de las personas. Porque cuando se hace creer que la única forma de acceder a un bien o servicio es por medio de la dádiva del Estado, se rompe el tejido social, se desalienta el mérito, se mutila la libertad.
Tucumán necesita un cambio de paradigma. Un modelo que apueste al crecimiento, a la inversión, al esfuerzo y al mérito. Que permita que los ciudadanos sean protagonistas de su destino, y no simples espectadores que aplauden a quien reparte lo que antes les quitó con impuestos.
La mentira de lo “gratuito” ya no se sostiene. Es hora de decirlo con claridad: no queremos pan regalado. Queremos trabajo. No queremos colectivos gratis. Queremos un sistema de transporte digno, pagado con sueldos dignos. No queremos festivales con entrada libre. Queremos libertad, esa que el populismo nos viene quitando disfrazado de generosidad.
Tucumán no necesita más regalos. Necesita dignidad. Trabajo. Producción. Libertad. Pero claro, eso no entra en una bolsita para repartir en la campaña.
Así que ya sabe, querido lector: la próxima vez que le digan que algo es gratis en Tucumán, revise bien el ticket. Lo más probable es que ya lo haya pagado. Y caro.
TICHO para SIN CODIGO TUCUMAN