Breaking News

“Ellos hacían como si nada hubiera pasado”, aseguró 

Luli tiene 25 años pero parece de menos. Se mueve en zapatillas, ropa holgada y va sin maquillaje. Tiene una belleza fina, cero voluptuosa. Basta con repasar su historial en redes para advertir que siempre fue así, una piba sencilla con rasgos delicados. Sus modos denotan la pertenencia a una clase social acomodada de Tucumán. Su léxico es perfecto y su conciencia de los hechos, más.

Quiere hablar. Tiene mucho para decir. A medida que pasan los días, recuerda más y más cosas. Su cabeza parece detenida en el tiempo, fijada en una fecha en el calendario que lo cambió todo. Una noche fatal donde su admiración por un jugador de fútbol la sumergió en el peor de los infiernos. No llora ni se abruma. Luli habla.

Todo empezó el pasado 2 de marzo, luego del partido entre Atlético Tucumán y Vélez en la Copa de la Liga. La noche de ese sábado no podía ser más que entretenida. Ir a la cancha junto a su mejor amiga a ver un partido que prometía. Se preparó con su short de fútbol preferido y una musculosa blanca. Nada podía arruinar semejante plan. Jamás imaginó que el infierno iba a venir de la mano de los jugadores a quien ella tanto creía conocer y admiraba.

El primer contacto fue en la zona mixta del estadio tucumano, donde periodistas y jugadores se cruzan después de los partidos. Desde el micro, los de Vélez se asomaban por la ventana mirando el entusiasmo del periodismo local. Luli era parte del grupo. Su bronceado y su bermuda deportiva la distinguían de los lugares comunes. El arquero uruguayo, Sebastián Sosa, lo advirtió de inmediato. Fijó su mirada en ella, hizo muecas y ademanes hasta llamar su atención. El resto, vino de la mano de un mensaje privado en su cuenta de Instagram: “Sos vos, te encontré”.

Sosa tuvo el comportamiento de un caballero: la invitó a tomar algo en el Hotel Hilton, lugar donde concentraban los jugadores. Luli le aclaró que solo iría si no se desubicaban sus compañeros. También, se inventó un novio para que no pensaran que estaba soltera. Y allí fue, confiada que el día terminaría tan bien como había empezado.

Llegó al hotel pasada la medianoche. Subió a la habitación 407 donde se encontró con el jugador. Poco después se sumaron Abiel OsorioBraian Cufré y José Florentín. Charlaron un rato y comenzaron a tomar alcohol. Sobre esto, Luli aclara: “El fútbol es un ambiente de hombres y mi trabajo es moverme entre ellos. Para mí es lo más normal del mundo verlos moverse en grupo, o reunidos una concentración en los hoteles”.

La noche continuó entre anécdotas, cerveza y fernet servido en un termo blanco. Luli no tiene dudas que ese termo tenía alguna sustancia química que la dejó indefensa y sin resistencias. Con el correr de los días volvió a la escena del termo una y otra vez. Finalmente pudo rearmar el rompecabezas: sólo ella y Sosa habían tomado. El resto fingía, pero luego bebían cerveza.

No pasó mucho tiempo para que empezara a sentir que el suelo se movía y todo le daba vueltas. Cuando quiso pedir ayuda a Sosa, el arquero ya estaba desplomado en la cama, o al menos eso parecía.

La sucesión de hechos son el retrato de una brutal violación en grupo. La joven pidiendo ayuda mientras Florentín y Cufré se aprovechaban de su estado de indefensión para abusar de ella en simultáneo. Ella asegura que Cufré la tomó de los pelos y la obligó a practicarle sexo oral mientras Florentín la violaba por detrás.

Luli cuenta los hechos con lujo de detalles. No tiene angustia ni pudor. Habla con la certeza de quien sabe que le tendieron una emboscada. “Después de que me violaran, Florentín y Cufré se vistieron y se fueron a jugar al casino. Quedé tirada en la cama sin entender bien qué estaba pasando. Comencé a sangrar. Como pude me arrastré al baño para limpiarme. Regresé y me volví a tirar porque seguía mareada y no encontraba mi ropa. Allí advertí que Sosa seguía o parecía estar dormido y Osorio jugaba a la play como si nada hubiera pasado. Empiezo a reprocharle lo que me habían hecho sus amigos y cómo no intercedió para evitar que me violaran. De repente, cuando pensé que lo peor ya había pasado, Osorio saltó de una cama a la otra y comenzó a violarme él también”.

Seis horas duró la pesadilla. Todo fue confusión, miedo y desesperación. Como pudo logró pararse, buscar su ropa y escapar del hotel. En el camino le escribió a Sosa buscando alguna respuesta a la trampa que le habían tendido. Las respuestas parecían sacadas de un manual del violador: someter a la víctima, ultrajarla y pensar que a pesar de todo la había pasado bien.

Los días siguientes fueron de desasosiego, angustia y soledad. Su memoria comenzó a despertarse y el grito ahogado de aquella noche fue encontrando las palabras. El 6 de marzo, acompañada por sus padres y su abogada, Patricia Neme, Luli se presentó en la división Delitos Contra las Personas de la Policía de Tucumán para realizar la denuncia.

Los ex jugadores están presos desde entonces. Luli lleva ocho audiencias yendo a tribunales para relatar una y otra vez lo que pasó en la madrugada del 3 de marzo en el hotel.

Ella no sabe cómo será su vida de ahora en más. Lo único que tiene claro es que si no repara esa pesadilla con el peso de la ley, sus días quedarán suspendidos en el tiempo. Sólo la justicia le va a poder devolver un futuro.

Por Lorena Maciel, TN

COMPARTIR NOTICIAS

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *