Durante años, los argentinos en general, y los tucumanos en particular, vivieron en una fantasía, anestesiados a la impunidad y la corrupción. Pero, desde diciembre de 2023, algo cambió para ir saliendo de ese letargo que estaba matando y se cayeron las vendas, para ver lo que los ojos se negaban
La llegada de Javier Milei a la presidencia fue fruto del descontento -y bronca- hacia los gobiernos anteriores, que durante décadas solo sirvieron para su propio beneficio en detrimento de los argentinos. Además, con el libertario, la forma de ver, sentir y vivir la política tal como se la conocía hasta su triunfo, ha cambiado radicalmente -y no tienen nada que ver con la UCR-. La prueba de ello es que todos los partidos han sufrido un sacudón donde todavía están desorientados.
La llegada de Milei a la primera magistratura del país se dio en el momento justo. Tenía que ser. Un cambio de era, el fin de un ciclo, como todo en la vida. Desde diciembre de 2023, el país comenzó un proceso de transformación que va más allá de un Gobierno o un presidente en particular. Se trata de un cambio cultural, profundo y aún en construcción, que ha puesto en jaque a la vieja forma de hacer política.
Más allá de Milei, un país en transformación
El cambio tiene un rostro visible: Milei. Pero, más allá de si se lo apoya o no, lo que sucede en Argentina no depende solo de él. La crisis económica empujó a los ciudadanos a prestar más atención, a cuestionar lo que antes se aceptaba sin chistar. Se terminó la era en la que los políticos hacían y deshacían sin que nadie se los reprochara. Hoy, la gente observa, fiscaliza, denuncia. La política, la economía, la educación, la salud, el gremialismo, están atravesando una metamorfosis que, si bien no será instantánea, ya no tiene marcha atrás.
La lógica de políticos ricos y poderosos, dominando un pueblo pobre y sometido, está en proceso de extinción. Ya no es tan fácil esconder el despilfarro, la corrupción ni la inoperancia. La clase dirigente, acostumbrada a manejarse con impunidad, enfrenta hoy un escenario nuevo: el escrutinio constante.
Tucumán, el bastión de la vieja política
Si Argentina está cambiando, Tucumán todavía se resiste. La provincia sigue atada a los viejos métodos de concentración del poder. El gobernador controla no solo el Ejecutivo, sino también -indirectamente- el Legislativo y el Judicial. Sin embargo, incluso en este bastión del pasado, algo se mueve.
En los últimos días, han salido a la luz hechos que antes -durante el gobierno Kirchnerismo- eran impensados:
• La posible estafa con fondos públicos detectada por la PROCELAC, un escándalo que podría alcanzar a funcionarios de alto nivel.
• La posible o sospechada vinculación de la política con el narcotráfico, dada a entender tras la amenaza del narco “Miguelón” (en su audio) al gobernador tucumano, un juez y dos fiscales.
• Los anuncios del Ejecutivo -provincial y municipal- sobre la gestión, que prometen obras y soluciones que nunca llegan.
Hasta la intendente de San Miguel de Tucumán, en un acto de sinceridad poco habitual, reconoció que “no se puede hacer en cuatro años lo que no se hizo en treinta” y admitió que no puede evitar que haya inundaciones en la ciudad. Es un buen paso, la aceptación del problema para luego buscar soluciones reales y alcanzables.
Ciudadanos y periodistas, los nuevos fiscales del poder
El cambio cultural también se refleja en la actitud de la sociedad. Poco a poco, los tucumanos están perdiendo el miedo. La gente se anima a cuestionar, a exigir respuestas, a poner en evidencia las contradicciones del poder. Aún lo hacen tímidamente, pero cada vez son más las voces que se suman. No se trata de hacer lío o faltar el respeto a las instituciones, sino de involucrarse y usar las herramientas democráticas para el cambio, como lo es el voto popular.
Lo mismo sucede con el periodismo. Durante años, muchos periodistas evitaron -y evitan-incomodar a los poderosos por temor a perder la pauta oficial o sufrir represalias. Hoy, aunque con cautela, comienzan a hacer preguntas más incómodas, a desafiar el relato oficial, a ejercer realmente su rol de control sobre la gestión. El periodismo bien usado actúa como un cuarto poder.
Un proceso largo, quizás lento, pero irreversible
El cambio cultural en Argentina no será inmediato. La transformación de una sociedad lleva tiempo, pero lo importante es que ya empezó aunque algunos no lo quieran aceptar. Lo que hasta hace poco parecía imposible—ver políticos enfrentando la justicia, el narcotráfico expuesto y la gente exigiendo más transparencia—hoy es una realidad.
El viejo sistema sigue resistiendo, especialmente en provincias como Tucumán, donde el poder está más arraigado. Pero la tendencia es clara: el pueblo dejó de ser un mero espectador. Se ha iniciado un nuevo ciclo, y la Argentina del pasado ya no volverá.
TICHO para SIN CODIGO