“El bache”, ese karma que persigue a todos los intendentes de San Miguel de Tucumán
En Tucumán hay un enemigo silencioso pero omnipresente que ha sobrevivido a todas las gestiones municipales, sin importar el color político ni las promesas de campaña. Hablo, claro, de los baches. Esos pozos eternos, traicioneros, que castigan al tucumano día tras día, rompen vehículos, provocan accidentes y arruinan el humor hasta del más optimista.
La capital tucumana puede haber cambiado plazas, inaugurado ferias, reforestado paseos y encendido luces LED de última generación, pero hay un punto en el que todos los intendentes han fallado de manera sistemática: el pavimento. No hay magia urbana ni parque temático que compense una calle llena de cráteres. Mientras el tránsito siga pareciendo una carrera de obstáculos, cualquier logro de gestión se vuelve invisible.
Es más: el o la intendente que logre lo que nadie pudo —una ciudad asfaltada como la gente, con avenidas transitables y esquinas sin pozos— se gana el bronce. Es más: será Gardel. Inmortalizado. Porque solucionar el drama del bacheo no es un detalle menor. Es atacar la raíz del malestar cotidiano de miles de vecinos que esquivan pozos como quien esquiva minas en una zona de guerra. De hecho, algunas cuadras del centro y macrocentro tucumano se parecen más a Kiev que a una ciudad capital del norte argentino.
¿Y por qué no se soluciona? ¿Falta de personal? ¿De materiales? ¿De maquinaria? ¿De presupuesto? ¿O será, simplemente, falta de sentido común? Porque no se trata solo de hacer nuevos asfaltos —que los hay—, sino de mantener los existentes y hacer un bacheo permanente, planificado y de calidad. No parches a las apuradas que en el próximo chaparrón se disuelven como azúcar.
Avenidas como Sarmiento, Belgrano, Alem, Roca, Colón, Mitre, Avellaneda o Sáenz Peña llevan años pidiendo a gritos una intervención seria. Y no estamos hablando de barrios periféricos: es el mismísimo centro tucumano el que está lleno de trampas. Entonces, ¿cómo puede una ciudad avanzar si no puede ni garantizar su piso?
La ciudadanía está harta. Ya no quiere discursos ni inauguraciones grandilocuentes. Quiere algo básico: calles sin pozos. Quiere andar sin romper el tren delantero o sin caerse caminando. Quiere que su intendente, al menos uno en la historia, entienda que antes que el paisajismo está el pavimento.
Señores de la municipalidad: escuchen a la gente. Pongan el oído en la calle, literalmente. El día que lo hagan y actúen en consecuencia, no solo ganarán votos: ganarán el cariño de un pueblo cansado de esquivar el mismo bache desde hace décadas.
Y ahí sí, podrán decir que son Gardel.
TICHO para SIN CODIGO