Miles de hombres convierten el inodoro en su trono zen, un espacio donde evacuar… pero también escapar, chatear, ver videos y, con suerte, encontrar algo de paz
Por SIN CODIGO
Entró al baño a hacer “la segunda”. Dijo que volvería en cinco minutos. Treinta y cinco minutos después, su familia ya dudaba si llamar a una ambulancia o los bomberos.
El baño: refugio, búnker u oficina portátil
Más que una necesidad biológica, para muchos hombres el baño es una zona liberada. Un refugio emocional donde no hay hijos gritando, no hay suegras opinando y no hay nadie que pregunte “¿Falta mucho para que saques la basura?”.
Allí adentro, el hombre no solo cumple con sus funciones fisiológicas: Revisa WhatsApp (sin culpa); Mira partidos atrasados o se entretiene en las redes sociales; Se entretiene con los jueguitos; Lee noticias que jamás comentará; Y, en casos extremos, medita con el pantalón por los tobillos.
Datos reveladores
Un estudio de la revista británica Men’s Health reveló que el 86% de los hombres admite usar el baño para “escapar de la familia” al menos una vez por día. Y un sondeo informal realizado en redes sociales, en Argentina, indica que la estadía promedio de un hombre casado en el baño ronda los 18 a 25 minutos, especialmente cuando hay tareas domésticas en curso o se quieren “perder” de los hijos o mujer.
Además:
• 7 de cada 10 hombres llevan el celular al baño.
• 4 de cada 10 usan auriculares para mejorar la “experiencia”.
• 2 de cada 10 reconocen haberse quedado sin piernas de tanto estar sentados.
Psicología de inodoro
Según la psicóloga Carolina P., especialista en vínculos familiares: “El baño es el único lugar donde muchos hombres sienten que pueden tener control y privacidad. Es una especie de ‘micro libertad’ dentro del caos cotidiano”. Es decir: el baño no es solo baño. Es también oficina, sala de lectura, cabina de descompresión, y a veces, una especie de cápsula del tiempo donde nadie molesta… hasta que golpean la puerta.
Puede parecer gracioso, pero detrás de esta costumbre hay una señal clara: muchos hombres no encuentran espacios personales dentro de la rutina familiar, y el baño termina siendo el último bastión de soledad. O de evasión. O de simple fiaca.
Sea como sea, lo cierto es que el baño dejó de ser solo un lugar para “hacer lo suyo” y pasó a ser el mejor escondite del matrimonio moderno.