Nota de humor político que describe con ironía la realidad provincial
Hay algo que los tucumanos no terminan de entender: viven en una provincia privilegiada, pero se empeñan en ver siempre el vaso medio vacío (cuando no está flotando en el medio de una calle inundada). Llueve media hora y ya están todos gritando “¡nos tapó el agua!”. Pero, ¿acaso valoran el esfuerzo del Gobierno que, año tras año, implementa el Plan Prelluvia? No. Nadie reconoce esos millones invertidos en estudios, relevamientos y conferencias de prensa con PowerPoints en HD. ¿Querían que también funcionara?
Los mismos que se quejan de los basurales eternos, de los olores indescriptibles y de los mosquitos tamaño águila, tampoco agradecen que se haya traído a Tucumán los Martín Fierro Federal, un evento de categoría que puso a la provincia en el mapa… de los cortes de tránsito. ¿Y qué me dicen del nuevo Palacio de los Deportes? Una obra majestuosa en el corazón del Parque 9 de Julio para que la gente vea shows, mientras afuera esquiva pozos que parecen cráteres lunares. ¡Qué exigentes!
No conformes, algunos tucumanos siguen quejándose de las rutas destruidas, de calles imposibles de transitar incluso con vehículos anfibios o 4×4, y de colectivos que parecen reliquias de museo. Pero, claro, nadie habla de los millones de pesos en ayudas sociales que se reparten desde la Legislatura y el Ejecutivo a comedores, agrupaciones barriales y partidos políticos de nombre raro pero espíritu solidario. Hay que tener empatía: esas agrupaciones también pasan hambre, sobre todo de fondos públicos.
¿Y los hospitales? Sí, puede que falten insumos, que haya que llevar hasta el alcohol en gel desde casa, y que conseguir un turno sea más difícil que encontrar a un político pobre. Pero, ¡la salud es gratuita! (aunque venga con un poco de espera y olor a humedad institucional).
Lo mismo con la Educación: aulas sin ventilación, techos con goteras y escuelas que parecen rodajes de películas de terror… pero se entregan mochilas, útiles y guardapolvos en actos con bandas de música y funcionarios que saludan con la mano y la otra en el bolsillo. ¿Eso no cuenta?
Lo cierto es que el tucumano promedio no valora lo que tiene. Vive en una provincia donde la política se esfuerza todos los días por entretener, desinformar y sobrevivir. Donde el Acceso a la Información Pública no existe… pero sí existen fiestas patronales con artistas de Buenos Aires. Donde nadie sabe cuánto gana un legislador, pero todos saben qué auto nuevo se compró.
Así que, por favor, menos quejas. Menos preocupación por la transparencia, la obra pública, la justicia o los servicios esenciales. Y más gratitud. Que para lo que es el país, Tucumán está bastante bien… para salir corriendo.
TICHO para SIN CODIGO