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El mito, que nació con el apóstol Mateo, no hacía referencia ni al número, ni el nombre, ni los poderes de Sus Majestades

El origen de la leyenda de los Reyes magos se halla en la Biblia. Su artífice fue el Apóstol San Mateo. Fue el único de los autores del libro sagrado que dejó constancia de la existencia de estos personajes. Afirma que, después de que Jesús naciera en Belén “vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el Rey de los judíos, que ha nacido?. Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle”. No señalaba ni el número concreto de Sus majestades, ni su raza. Esos fueron flecos que se cortaron muchos siglos después, a golpe de leyenda.

La cuestión les llevó hasta Herodes, monarca del país. Mateo cuenta que, al percatarse del anuncio, “el Rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo”. La respuesta de todos fue unánime: en Belén, que así lo decía la profecía. El líder tendió así una trampa a los magos: les envió a la ciudad y les pidió que averiguasen todo lo que pudiesen acerca del niño, pues él quería adorarle también. “Ellos, habiendo oído al Rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño”.

Tras entrar en la casa en la había nacido el niño, los monarcas se postraron, le adoraron y le entregaron los tesoros que portaban. “Le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra”. Luego se marcharon, pero no cumplieron su promesa de avisar al Rey tras ser advertidos en sueños por un poder superior de lo que este pretendía. “Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino”, completa Mateo.

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Esta es la información que daría lugar a la llegada de Sus Majestades a todas nuestras casas en la noche del 5 de enero. Una tradición que ha ido evolucionando con el paso de los siglos debido, entre otras cosas, a las mil versiones existentes.

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