El abuso del comerciante y la inflación se alimentan del miedo y la pasividad del consumidor

Décadas viviendo con inflación ha contribuido a que el ciudadano no sepa comprar, se “emborrache” en el primer boliche. Con el verso de “comprá ahora porque mañana subirá” y la diabólica especulación del empresario no ayuda a que los precios bajen. SI ES CARO NO COMPRO y ya verán como el importe de los productos irán hacia abajo

En Argentina, hablar de inflación es parte del día a día. Suben los precios, baja el poder adquisitivo, y la sensación de incertidumbre económica se multiplica. Pero hay una cara del problema que muchas veces se naturaliza: la especulación sin límites de algunos sectores comerciales, que suben los precios “por las dudas”, empujando aún más la inflación.

¿Y por qué suben los precios? Porque sube el dólar, porque puede volver el kirchnerismo, porque Milei no se sacó una foto con Trump, por la estafa Cripto, porque llovió mucho, porque hay sequía, porque hay incertidumbre, porque EEUU se peleó con China, por la guerra Rusia-Ucrania, por las dudas…

En un contexto donde la economía está golpeada, los sueldos pierden contra la canasta básica y la brecha social se profundiza, la lógica especulativa se convierte en un abuso sistemático. No hay límites claros: un mismo producto puede costar un 30%, 50% o incluso 100% más dependiendo del barrio, el comercio o la cara del cliente.

Pero en este escenario hay un actor clave que suele quedar al margen de la discusión: el consumidor.

Aprender a comprar y comparar precios

Aprender a comprar, comparar precios, caminar una cuadra más, buscar alternativas o directamente no comprar cuando un producto está carísimo, no es solo una decisión personal: es una herramienta de defensa. Porque si nadie compra, el comerciante no vende. Y si no vende, el precio tiene que bajar. Esa es una ley básica del mercado que muchas veces se olvida.

La inflación no solo la genera el Estado. También se genera desde la góndola, desde la vidriera, desde la caja registradora que “redondea para arriba por si todo aumenta mañana”. El “por las dudas” se ha transformado en una excusa peligrosa para remarcar sin lógica, sin control y sin ética.

Es hora de que el ciudadano se empodere. De que aprenda que su compra, o su no compra, tiene poder. Que si premiamos con nuestra plata al comerciante que abusa, estamos convalidando el sistema. Y que si castigamos al que se aprovecha, buscamos opciones más justas, y defendemos nuestro bolsillo con conciencia, estamos aportando a una economía más equilibrada.

No se trata de dejar de consumir, sino de consumir con inteligencia. De informarse, de exigir precios claros, de denunciar si hace falta. Porque si cada uno hace su parte, el abuso deja de ser negocio.

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