Tucumán y la promesa rota de la reforma electoral

La tan anunciada boleta única de papel y la reducción drástica —o eliminación— de los acoples resultaron ser, una vez más, una gran promesa no cumplida. Otra más

Por SIN CODIGO

El peronismo tucumano volvió a defraudar a los ciudadanos. La tan anunciada reforma electoral —esa que prometía boleta única de papel, reglas claras y una reducción drástica de los acoples— quedó en evidencia como lo que desde el inicio muchos sospechaban: un globo de ensayo sin ninguna intención real de concretarse.

¿Alguien creyó seriamente que desde el Ejecutivo o el Legislativo peronista avanzarían con una modificación que podía afectar su poder? ¿Alguien imaginó que renunciarían al mecanismo que durante cuarenta años les garantizó triunfos basados en una maquinaria electoral gigantesca, compleja y, demasiadas veces, denunciada? Las mesas abarrotadas de papeles, las boletas interminables que parecían rollos de papel higiénico, los votos en cadena, la compra de voluntades, la trampa: todo eso seguirá exactamente igual.

Porque, simplemente, nos mintieron en la cara.

La dirigencia peronista provincial nunca tuvo la intención de cambiar las reglas. Lo que hubo fue una puesta en escena. El gobernador Osvaldo Jaldo, el vicegobernador Miguel Acevedo y la estructura que los rodea —incluido un referente del oficialismo que sabe acomodarse al poder como Sergio Mansilla, hoy más conocido por su rol de invitado VIP al casamiento del condenado por abuso sexual, José Alperovich— lo dejaron en claro: en Tucumán nada cambiará mientras ellos sigan decidiendo.

No habrá boleta única de papel. No habrá reducción de acoples. No habrá transparencia electoral. Habrá, sí, la continuidad de un modelo que convirtió la votación en una carrera de obstáculos diseñada para desalentar al ciudadano común y favorecer al aparato.

Pero algo está cambiando fuera de los despachos oficiales. La sociedad tucumana ha madurado, observa, registra y no olvida. Este nuevo engaño tiene un costo. Tal vez, con esta decisión, el peronismo tucumano haya firmado su propia fecha de vencimiento. En dos años, cuando vuelva a abrirse el cuarto oscuro, el humor social será otro, más cargado de hartazgo, de bronca y de una determinación que ya se percibe en la calle.

En la próxima contienda electoral seguirán existiendo acoples y papeletas tan extensas como un rollo de papel higiénico. Eso es seguro. Pero nada de eso impedirá que la ciudadanía se exprese con fuerza si así lo decide. La gente no tolera más corrupción, más mentiras, más dirigentes subestimando su inteligencia.

En Tucumán nada cambiará mientras sigan gobernando los mismos. Si los tucumanos quieren un cambio real, saben perfectamente qué hacer cuando se cierre la cortina del cuarto oscuro. La historia provincial demuestra que, cuando la sociedad se cansa de verdad, ningún acople y ninguna boleta kilométrica es capaz de frenar el voto decidido.

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