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La ambición, la corrupción, “el negocio”, la impunidad, “la mafia”, la incapacidad de crear nuevas líderes, hacen que los mismos nombres se repitan cada año en las elecciones

En un país como Argentina, y en Tucumán en particular, existe una inmadurez democrática increíble. En el armario de las abuelas quedó la ideología de la búsqueda del interés público y la promoción de la participación ciudadana. Los partidos políticos no representan los intereses de los ciudadanos, y hasta existen infiltrados por la delincuencia organizada.

Por cansancio, desesperación, falta de interés -o educación- y la poca participación de los ciudadanos, hemos permitido que nuestra democracia llegue a estos niveles. Nombres de “políticos” (me permito decir empresarios, porque en la función pública llegan a ser millonarios) que se repiten una y otra vez, a lo largo de estos 40 años de democracia. Los que no siguen en carrera es porque fallecieron o los descubrieron con “la mano en la masa” y debieron retirarse (millonarios).

Tucumán, además, se asemeja a una monarquía: padres que heredan su cargo a sus hijos o esposas -y hasta a las amantes-, por décadas. Y así, tenés pueblos con nombres propios donde los que gobiernan son prácticamente los “dueños del lugar”. Por dar algunos ejemplos: Famaillá, los “mellizos” Orellana; Burruyacú, los Leal; La Cocha, los Rodríguez; Monteros, los Serra; Banda del Río Salí, los Montero, y así cada uno de los pueblos que componen el feudo tucumano.

Todo esto ocasiona un estancamiento de las poblaciones, aumento de la corrupción y degradación de las instituciones.

Nada es para siempre, ni en el caso de los dictadores más sangrientos. El Gobierno Nacional está intentando dar una “batalla cultural”. Un cambio necesario para el progreso de los pueblos y ciudades. Cada uno de los habitantes debe “despertar” y empezar a exigir a sus gobernantes y saber elegir. Empezar a valorar el poder que tiene su voto en cada elección. Darse cuenta que el cambio no debe esperarse que venga del político, sino que cada uno se tiene que posicionar como el motor transformador de una sociedad sometida.

Los abuelos eran fácilmente engañados por los políticos: se informaban con la radio y el diario local -únicos medios-, manejador por el mandamás del lugar. Hoy, hay miles de formas de informarse y desenmascarar a los delincuentes de turno. Hay que usar esas herramientas. Y una vez más, a la hora de votar hacerlo conscientes y no dejarse comprar.

El cambio de época ha comenzado, paciencia.

TICHO para SIN CODIGO

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