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De un pueblito del interior profundo de Tucumán a una profesión que enorgullece a su entorno

Ariel nació, se crió, fue a la escuela y aún vive en la Colonia 4 de La Florida, a 29 kilómetros de San Miguel de Tucumán.

De una familia de agricultores y con nueve hermanos, Ariel vivió rodeado de cañaverales (dónde trabajaban sus padres y familiares). Fue a la primaria en la Escuela 220 de Luisina y el secundario lo cursó en la Colegio San Vicente de Paul, Alderetes. “Viví rodeado de la naturaleza, el amor de mi familia y me divertí y disfruté cada minuto de mi vida ‘en el campo’, como dicen mis amigos”, cuenta Ariel.

Sus hermanos se dedicaron al trabajo de la tierra. Su futuro, parecía ser el mismo. Pero, desde siempre él supo que no quería ese trabajo. Su vocación iba por otro lado. Un buen día decidió estudiar enfermería. Para ello debía migrar a “la ciudad”, y así lo hizo. No fue un camino fácil, tenía que estudiar y hacerse cargo de sus gastos. Así, trabajó en muchos lugares: desde cuidar niños y ancianos, pasando como vendedor en algunos comercios, hasta llegar a lo que le gustaba: tareas de enfermero.

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Con mucho sacrificio, logró graduarse de enfermero, convirtiéndose así en el primer profesional de su familia. Ariel, lejos de quedarse en “la ciudad”, decidió volver a vivir a su Florida natal junto a sus seres queridos. Ya recibido, fue trabajando en diferentes lugares (siempre como enfermero, varios años en la Maternidad) y, actualmente, está ejercerciendo la tarea de supervisar efectores de salud, del Siprosa.

“Cuando hay convicciones, el futuro y el éxito dependen más de uno que del entorno. No importa dónde nazcas, cómo sea tu vida, la construcción (o destrucción) depende de cada uno”, reflexiona Ariel.

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