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La falta de educación, el desprecio por la cultura, y un Gobierno de “berretas” -autoridades ordinarias con plata-, que lejos de inspirar a los ciudadanos a superarse, los llevan a repetir las conductas que los mismos gobernantes reflejan: mediocridad

El desafío es inmenso, y urgente. Si no se rompe con el círculo vicioso del populismo, la falta de planificación y la indiferencia ciudadana, Tucumán seguirá estancado, siendo un “gran pueblo” en lugar de la metrópoli que debería ser. Es hora de exigir un cambio real, basado en la educación, el respeto por las normas y una gestión con visión de futuro.

Tucumán es la quinta provincia de Argentina en cantidad de habitantes, pero su Administración (Gobierno provincial, municipal, comunal) y la cultura ciudadana parecen más propias de un pueblo sin planificación que de una gran urbe con aspiraciones de progreso. La falta de infraestructura, el caos vial, la suciedad en las calles y la ausencia de políticas sostenibles reflejan un problema más profundo: un modelo de gestión anclado en el populismo y un atraso cultural que impide evolucionar.

Un Gobierno que administra pobreza en lugar de generar progreso

En la provincia, la política se ha convertido en un sistema de distribución de dádivas en lugar de una herramienta para el desarrollo. Los gobernantes se enfocan en repartir bolsones y subsidios en vez de generar empleo genuino, fomentar la educación y mejorar la infraestructura. Mientras tanto, calles, avenidas y rutas permanecen destruidas, barrios enteros siguen sin asfalto, sin agua y sin cloacas. La acumulación de basurales es una postal cotidiana.

El populismo se sostiene con anuncios vacíos en lugar de obras concretas. Se inauguran carteles en vez de caminos, se prometen soluciones sin ejecución, y se apela a la propaganda en lugar de gestionar con visión de futuro. Con una dirigencia política inculta y clientelar, no hay progreso posible. Al populismo -que gobierna Tucumán hace décadas- le interesa la gente analfabeta y pobre, porque ellos son su electorado cautivo. Cuanto más pobres, para el populista mejor. No les interesa sacar a la gente de la pobreza, todo lo contrario. Te corta las piernas y hace un acto en la Plaza principal para entregarte la silla de ruedas.

Gobernantes ordinarios con plata. Hacen actos multitudinarios para inaugurar un caño. En vez de plantar árboles inauguran macetas con plantines. Como saben que gobiernan para analfabetos o millonarios sin cultura, te engañan con pequeñeces que avergonzaría a cualquiera con dos dedos de frente. Tenes una intendente que baila en tangas en un carnaval para “su” público, otra que anuncia que vuelve el circo a la ciudad, otro que celebra porque pusieron diez focos en su pueblo.

Cultura ciudadana: entre el desorden y la falta de respeto a las normas

El problema no es solo la falta de planificación del Estado, sino también una ciudadanía que no respeta las normas básicas de convivencia. Aquí puede haber dos razones: por un lado la ignorancia, y por otro por desprecio de donde se vive. Tucumán es una de las provincias con mayor índice de siniestralidad vial del país, producto del desorden, la imprudencia y la falta de controles efectivos. Cruzar un semáforo en rojo, estacionar en doble fila o invadir veredas, son prácticas comunes que evidencian una ausencia total de conciencia cívica.

A esto se suma un problema de higiene urbana alarmante. Los espacios públicos están llenos de basura, no solo por la deficiencia en la recolección, sino también por la falta de cultura de limpieza de la propia ciudadanía. En un entorno donde el Estado no educa ni sanciona, y la gente no asume su responsabilidad, la degradación es inevitable.

La educación como único camino al cambio

Sin educación no hay cambio cultural posible. Tucumán necesita una transformación profunda en la forma de pensar y actuar de su sociedad, y eso solo se logra con un sistema educativo fuerte, orientado a formar ciudadanos responsables y comprometidos con el bien común.

Para ello, lo primero es deshacerse del populismo decadente. Intentar un nuevo Gobierno, alejado de la mediocridad, que llevaron a Tucumán a ser una de las peores provincias de Argentina. La diferencia entre las ciudades del Centro y Sur del país tienen una diferencia abismal con las del Norte. O casualidad, los feudos peronistas están enquistados en las urbes más pobres. Tucumán necesita líderes que inspiren a la población a ser cada vez mejores, que estimule la meritocracia, que el ciudadano se sienta orgulloso de vivir en estas tierras. Y no los ordinarios, mediocres y populistas que gobiernan hace 40 años, con el único objetivo de llevar y mantener a la gente en la pobreza, dar dádivas vergonzosas y que lo único que inspiran es que la gente putee por vivir en Tucumán.

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