Los políticos tucumanos no gobiernan una provincia: administran una fantasía. En su mundo, la gestión es impecable, las promesas se cumplen y la gente vive feliz. En el mundo real, la realidad paralela que ellos han construido se cae a pedazos
Si uno escucha a los funcionarios de la provincia, Tucumán es una tierra próspera, en crecimiento y con una gestión impecable. Si uno vive en estas tierras, la historia es bastante distinta. Pareciera que la clase política habita en una dimensión alternativa, una donde las calles no tienen baches, la inseguridad no existe y el narcotráfico es un mal que se combate con eficacia. Es la “realidad paralela” en la que se mueven nuestros dirigentes.
Los discursos mágicos: prometer no cuesta nada
El gobernador, con la convicción de un vendedor de autos usados, sigue prometiendo con la misma facilidad con la que incumple. Cada declaración suya es una obra de arte de la posverdad: “Vamos a generar empleo, mejorar la salud y combatir la inseguridad”. Mientras tanto, los hospitales se caen a pedazos, la desocupación aumenta y la gente vive con miedo. “(Necesitamos) Un sistema electoral más sencillo para los votantes que refleje la voluntad del pueblo, donde se dé mayor transparencia. Eso ya lo está trabajando la Legislatura. Estamos avanzando en una reforma institucional y política electoral para Tucumán”. Pasaron casi dos años de la promesa de eliminar acoples, y nada ha cambiado. Se pueden seguir enumerando las “falsas promesas”: Ficha Limpia, Acceso a la Información Pública, Eliminación del Transporte con Tracción a Sangre, Nuevas Viviendas, Acueducto de Vipos, solo por nombrar algunas. Pero él sigue prometiendo, porque, al parecer, prometer es gratis. Sí hay que reconocer su constancia -para seguir prometiendo-.
Vale aclarar que no es solo el mandatario provincial, también están los intendentes, delegados comunales, legisladores y concejales en el ARTE DE PROMETER. ¿Se acuerdan que en 180 días la ciudad de San Miguel de Tucumán, estaría limpia, sin basurales, sin baches, iluminada, llena de árboles y flores?. Pues no, ya pasaron casi año y medio y la ciudad está igual de como la dejó Germán Alfaro.
Inauguraciones épicas: cuando un pozo de agua es como una fábrica
Si un tucumano desprevenido viera la cantidad de actos oficiales -por cierto muchos en la Plaza Independencia generando cortes de calles, caos vehicular, con 40°C a la sombra-, pensaría que vivimos en una provincia que avanza a pasos agigantados. La realidad es que se hacen grandes inauguraciones para lo mínimo: una canilla en un barrio se festeja como si fuese una planta industrial que dará empleo a cientos. Con globos, discursos grandilocuentes y funcionarios aplaudiéndose entre ellos, celebran como si hubiesen construido un puente colgante cuando, en realidad, apenas taparon un bache (y con suerte), o hicieron un cordón cuneta.
El combate imaginario contra el narcotráfico
Los funcionarios tucumanos están decididos a luchar contra el narcotráfico… siempre y cuando no implique molestar a los verdaderos dueños del negocio. Cada tanto, con gran despliegue mediático, exhiben un puñado de detenidos: vendedores de drogas al menudeo, perejiles que apenas logran sobrevivir en la cadena criminal. ¿Y los peces gordos? Esos siguen nadando tranquilos en sus lujosas mansiones, blindados por la complicidad del poder.
Redes sociales: la nueva utopía tucumana
Mientras las calles de la capital tucumana se convierten en una pista de obstáculos por los baches y la basura, la intendente asegura en sus redes sociales que la ciudad está cada vez mejor. En TikTok sonríe, baila y nos dice que la transformación está en marcha. Es cierto, hay una transformación, pero es la del pavimento convirtiéndose en escombros.
¡Bienvenidos a Tuculandia!
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