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Un estudio analiza cómo el monocultivo afecta la sostenibilidad del suelo y el futuro del cultivo

En Tucumán, tierra de frutillas, se lleva adelante un estudio revelador: ¿es sostenible el modelo actual de producción?. Un equipo de investigadores de la Universidad Nacional de Tucumán y el INTA Famaillá decidió evaluar cómo impacta el monocultivo de frutilla en la salud del suelo. Esta práctica es común en la provincia, donde la frutilla no solo se cultiva intensivamente, sino que también es una fuente importante de ingresos. Sin embargo, como indica este estudio, los efectos de este sistema podrían estar dejando huellas difíciles de borrar.

Al hablar de sostenibilidad en la agricultura, nos referimos a la capacidad de un sistema de mantenerse en el tiempo sin agotar los recursos naturales y sin dañar el ambiente. Para ello, es necesario conservar la fertilidad del suelo y sus recursos microbiológicos, esenciales para el balance de nutrientes. Si bien el monocultivo puede ofrecer grandes cosechas a corto plazo, esta práctica suele exigir al suelo más de lo que este puede reponer naturalmente. Este agotamiento progresivo genera preocupación sobre el futuro de la producción y su impacto ambiental.

Tucumán se ha consolidado como uno de los principales productores de frutilla en Argentina. Sin embargo, en el sistema de monocultivo actual, donde se siembra año tras año la misma especie en un mismo lote, se observan signos de degradación. Los estudios recientes han revelado que la práctica afecta tanto las propiedades biológicas como las características fisicoquímicas del suelo.

Para este trabajo, se evaluaron dos lotes de frutilla: uno con cinco años de monocultivo y otro en su primer año de uso agrícola. Los resultados mostraron una diferencia significativa en el rendimiento: el lote más antiguo experimentó una disminución del 53%. Esto sugiere que el monocultivo no solo reduce la cantidad de frutillas producidas, sino que también afecta la calidad de la tierra a largo plazo.

Una de las claves de este estudio fue observar la salud del suelo desde una perspectiva química y microbiológica. Se midieron niveles de pH, materia orgánica, carbono y nitrógeno total, así como otros factores esenciales para la fertilidad. Aunque los parámetros químicos permanecieron relativamente estables, los índices microbiológicos mostraron resultados alarmantes.

Los resultados indicaron un claro deterioro microbiológico, con índices en “zona roja” que reflejan una insostenibilidad en el tiempo. En otras palabras, el suelo no solo está perdiendo su capacidad productiva, sino también su equilibrio biológico fundamental.

¿Cómo avanzar hacia la agroecología?

Para revertir esta tendencia, los expertos proponen una transición hacia modelos agroecológicos. Este enfoque, en lugar de agotar el suelo, busca conservar e incluso mejorar sus recursos. La agroecología propone diversificar los cultivos y emplear prácticas que mantengan la fertilidad y eviten la degradación.

Si bien es un cambio que implica desafíos, los investigadores destacan que este esfuerzo puede ayudar a preservar el medio ambiente y la economía de los productores a largo plazo.

Este estudio ha puesto en evidencia que el modelo actual de monocultivo tiene costos elevados para el suelo y, en consecuencia, para los agricultores y el ambiente. Al visibilizar estos impactos, los investigadores esperan que se tomen decisiones informadas hacia un futuro más sostenible. Apostar por prácticas que preserven los recursos y el equilibrio de nuestros suelos es, sin duda, una meta prioritaria para el futuro de la agricultura en Tucumán y en todo el país.

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