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Los gases de la fermentación de los desechos de la caña de azúcar crea una atmósfera irrespirable

¡Qué olor a mier… ! es la queja recurrente entre los que habitan el bendito Tucumán -y los que visitan la provincia-. Emanado de los desechos de la industria azucarera, este fenómeno se repite desde hace años. Es parte de la provincia, pero no por eso aceptado y soportado.

Ocurre que la vinaza, que antes se desechaba en los ríos, es empleada como abono de los cultivos que rodean la Capital, Tafí Viejo, Banda del Río Salí y la zona sur. Cuando esa materia orgánica se descompone produce gases, y por un fenómeno meteorológico llamado inversión térmica, los olores no se escapan a la estratósfera y quedan “encajonados” en el ambiente.

Tucumán quiere ser un destino turístico nacional, regional, internacional pero, con este mal olor, no hay nariz que resista.

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En pleno 2024, las autoridades correspondientes deberían implementar alguna tecnología para que, de una vez y para siempre, la provincia no tenga ese mal olor. Además, es obligación de los gobernantes solucionar algo tan básico como el aire que se respira.

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