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La multi premiada figura argentina si le faltaba algo era este reconocimiento

La Universidad de Buenos Aires preparó, este miércoles, las mejores galas académicas para honrar con su máxima distinción a una figura central de la historia del cine y de la cultura del país, que “entregó su vida entera al arte y al público”: la señora Mirtha Legrand.

“Mi vida es una caja de sorpresas. Ni en mis más remotos sueños imaginé recibir este reconocimiento”, dijo Legrand después de que el director general del FIC UBA, Ricardo Alfonsín, la presentara como “nuestra estrella más brillante”. Y agregó que se mantiene en pie a partir de la pasión por lo que hace. “Esa chispa nunca se apaga y nunca es tarde para nada”, apuntó.

“Yo ya soy una leyenda. La leyenda continúa. Y ahora es una leyenda doctora”, dijo en el cierre de un discurso lleno de humor.

Pero al mismo tiempo no pudo con su genio y en un momento dejó explícito su apoyo “a quienes hicieron grande a la universidad pública argentina” y recordó que en ese mismo ámbito se formaron los cinco premios Nobel que tuvo la Argentina hasta ahora. En ese momento se ganó los aplausos más fuertes de todo el encuentro.

“La única carrera para la que no hice el menor esfuerzo fue la que me dio el título que acabo de recibir”, dijo una emocionada Legrand ante un auditorio heterogéneo que llenó el Aula Magna. Allí, además de sus familiares más cercanos (su hija Marcela Tinayre, sus nietos Juana y Nacho Viale), la escuchaban Carlos Rottemberg, Cris Morena, Claudia Villafañe, Teté Coustarot, el productor Luis Alberto Scalella, Gino Bogani, Facundo Suárez Lastra y muchas otras figuras del quehacer cinematográfico y televisivo.

Antes de poner en sus manos el diploma, la medalla y el poncho tradicional de los Valles Calchaquíes salteños con los que se rubrica la distinción para cada nuevo destinatario del Doctorado Honoris Causa, la UBA hizo la enumeración de los méritos de la personalidad distinguida a través de un texto que se conoce como Laudatio.

Allí se recordaron los primeros pasos de la estrella, cuando “Rosa María Juana Martínez Suárez todavía no era Mirtha; tenía 13 años, los bucles dorados y una gemela idéntica –María Aurelia, Goldie- con la que compartía hasta el apodo”. Se hizo allí un recorrido por su extraordinaria carrera en el cine, que pasó de la comedia brillante (a partir de aquél debut junto a Niní Marshall) al drama y al cine negro de la mano de su esposo, el director Daniel Tinayre.

En esa segunda etapa, en la que “su capacidad actoral y su presencia hipnótica en la pantalla encontraron su mayor lucimiento”, Legrand se volvió “sinónimo de prestigio y calidad dramática”. El texto recordó también sus trabajos junto a los grandes directores de la época dorada del cine argentino: además de Tinayre, Francisco Mujica, Carlos Hugo Christensen, Luis César Amadori, Carlos Schlieper, Luis Saslavsky y otros.

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