Y su decisión fue acertada. Renunciar a la relación de dependencia y trabajar para otros para empezar a producir para él mismo
Martín Vázquez, 32 años, creció entre el amor por la naturaleza, el deporte y el contacto permanente con el agua. Su infancia transcurrió en San Nicolás de los Arroyos. Terminó los estudios secundarios en su ciudad y a los 17 se fue a vivir sólo a Rosario. Explicó que se le “daba fácil” para la matemática, la física y la química, y que antes de recibirse de Ingeniero Industrial ingresó a un programa de pasantías de la empresa Techint.
“A los 24, cuando me recibí, me convocaron tres jefes para que viera una presentación. Era una curva exponencial de mi futuro, en donde me mostraron todo lo bueno que tenían pensado para mí. Puestos, ascensos, autos y una comodidad económica que resolvía mi vida. Esa reunión generó una explosión en mí”, recordó Martín.
Lejos de maravillarse con la propuesta, y sin dejar de valorar el crédito que habían puesto sobre él, el flamante ingeniero se sintió abrumado. “Llamé a mis papás y le dije que no quería eso para mí. No podía soportar que otras personas tomaran decisiones sobre mi futuro”, expresó.
Martín recordó que en aquel entonces cobraba un sueldo que se aproximaba a los US$2000 mensuales. Tenía 24 años, vivía con sus papás, había ahorrado bastante y hasta pudo comprarse una camioneta. “No iba a servir para estar en relación de dependencia toda la vida”, argumentó.
Antes de rechazar la oferta y renunciar a la empresa líder de producción de acero en Argentina, Martín se compró dos máquinas: una trituradora y una inyectora de plástico. “Siempre se me dio por lo ambiental. En casa hacíamos lo básico, que era separar la basura, pero me interesé en buscar historias de startups. Soñaba con tener una visión y llevarla a cabo”, sostuvo.
Decidió interiorizarse en el manejo de las máquinas sin saber qué iba a hacer con el reciclaje. Recibía envases de sus amigos y familiares, pero más tarde se convirtió en una causa que interpeló a toda la ciudad: “Tenía el patio de la casa de mis viejos repleto de plástico para reciclar”, dijo Martín.
Luego de varias pruebas y muchos errores, el ingeniero encontró la forma de tener un insumo que podía reutilizarse para la confección de otros productos. Fue allí cuando pensó en fabricar anteojos, confeccionando el marco de los mismos con el plástico que él mismo reciclaba.
Llamó por teléfono, sin éxito, a decenas de fabricantes de anteojos y envió cientos de correos electrónicos que jamás fueron respondidos. “Decidí subirme a la camioneta e ir personalmente a esas fábricas para mostrarle lo que tenía”, contó.
Recorrió, durante más de una semana, distintas empresas en la Provincia de Buenos Aires. Su última opción, cuando todo parecía perdido, le dio vida a un proyecto que Martín soñó pero jamás pensó hasta dónde podía escalar: “Les llevé el material, lo probamos en los inyectores, anduvo y al mes me devolvieron 3000 anteojos terminados”.
Aquel episodio ocurrió en octubre de 2017. Así Martín, a quien se le acercaba el verano, inició el camino de Qualia, un proyecto que seis años después tiene siete empleados, vende más de 15 mil ejemplares por año y, solo en 2023, facturó alrededor de 300 mil dólares.
“Los primeros estuches los hice de caucho reciclado. Iba a buscar las cámaras de las ruedas de los tractores o camiones y los confeccionaba a mano: lavaba el caucho, lo secaba, luego lo cortaba y después lo cosía. Todo muy artesanal”, explicó Martín.
En 2021, Martín y su equipo sumaron al proyecto “Visión de Cambio”, un programa en el que un grupo de oftalmólogos viaja a Chaco para visitar parajes rurales y realizar consultas gratuitas. “Atendimos a más de 1000 personas desde que empezamos y llevamos entregados, también de manera gratuita, más de 900 anteojos”.
Hoy, la fabricación de los anteojos la realiza con las redes de pesca que quedan flotando en el mar. Para los estuches, una cooperativa que vende cuero reciclado les provee el material. “El objetivo para este año es buscar inversores que nos permitan crecer. Queremos vender más que en 2023 y poder exportar a Brasil, Chile y Uruguay”, anhela Martín.
“Para llegar hasta acá tuve que invertir todos mis ahorros, hasta vendí la camioneta para poder costear el proyecto. El consejo que puedo darle a cualquier emprendedor es que el que se equivoca más rápido es el que más va a ganar. Un paso en falso enseña, y eso es crecimiento. Yo entendí que quería esto para mi vida. Y sé que económicamente estaría mejor en relación de dependencia, pero ahora sí soy feliz”, finalizó.