Benja está desaparecido. Los padres ya tienen otros dos hijos muertos y otros rescatado por su abuela. La Justicia, LENTA
Benja, de 3 años, vivía con sus padres y dos hermanos en cercanías de la Comuna de Atahona, desde donde recibían regularmente la visita de su abuela materna, que fue a quien le llamó la atención por la ausencia del niño, en sus viajes a lo largo del último año. Esa situación la llevó a indagar primero a su hija y a su yerno, recibiendo respuestas evasivas que la indujeron a radicar una denuncia por desaparición.
En el primer tramo de la investigación, la fiscal Mariana Rivadeneira comenzó a enhebrar una serie de elementos que agravaron el cuadro, como el hecho de que la denunciante tenía a su cargo a su primer nieto, desde el momento en que el menor estuvo a punto de morir ahogado cuando era un bebé. También, que otro hijo de la pareja había fallecido en un episodio que fue puesto en conocimiento de la Dirección de Niñez, Adolescencia y Familia, DINAYF.
Más adelante, la funcionaria judicial descubrió que otro de los hermanos de “Benja” murió en un centro asistencial de la zona a donde había sido llevado por sus padres en 2018, afectado por una broncoaspiración, pero una vez más se notificó al organismo estatal, DINAYF, debido a que la autopsia detectó también cicatrices atribuidas a episodios de maltrato infantil.
Todos estos sucesos encendieron alarmas en torno al caso, que pasó a manos del fiscal Miguel Varela cuando apareció la figura del filicidio, pero fue poco lo que se avanzó para dar con el paradero del niño ausente. Lo único que se pudo determinar fue que sus padres ofrecieron diferentes versiones entre los vecinos de la zona. A unos les dijeron que lo habían puesto al cuidado de otra familia y a otros, que el menor había fallecido como consecuencia de un percance con animales de la familia.
El camino seguido por los investigadores desembocó en que, el jueves, dos de los hijos de la pareja fueron indagados mediante Cámara Gesell, revelando que “Benja” había sido brutalmente castigado por sus padres antes de desaparecer, además de aportar otros elementos que agravaron las sospechas que se ciernen sobre los padres de los chicos.
El dato más significativo, recogido por los investigadores, fue el terror que mostraron en todo momento los menores, lo que fue considerado como una prueba de que fueron amenazados por sus padres para que no revelaran los horrores vividos, ya que según se desprende de los testimonios, ninguno habría escapado al maltrato que imponía la pareja que los trajo al mundo.
Cuando se concreten otras medidas, el fiscal Varela contará con los elementos necesarios para determinar la situación judicial de la pareja que, hasta aquí, está bajo sospecha de filicidio.