El fenómeno, vinculado a factores astronómicos y ambientales, ofrece nuevas pistas sobre la dinámica interna y externa del sistema. La influencia de la Luna
La rotación de la Tierra, un fenómeno que durante siglos se consideró constante y predecible, vuelve a captar la atención de la ciencia por un comportamiento inesperado y días más cortos que se anuncian.
En las próximas semanas, el planeta girará a una velocidad ligeramente mayor de lo habitual. Como consecuencia, habrá jornadas del calendario boreal -específicamente el 9 y el 22 de julio, y el 5 de agosto de 2025- que serán más breves.
Esta aceleración, provocada por la posición de la Luna respecto del eje terrestre, generará una diferencia casi imperceptible para el ritmo humano, pero significativa en términos de precisión astronómica y mecánica planetaria.
La Tierra completará su rotación diaria con una leve anticipación, acortando la duración del día entre 1,3 y 1,51 milisegundos. Aunque la diferencia no afectará nuestras rutinas cotidianas ni los relojes convencionales, los científicos consideran este cambio como una pista importante sobre los procesos que moldean el comportamiento interno y orbital del planeta.
El fenómeno tiene su explicación en la física gravitatoria. En esos días, la Luna alcanzará una posición más cercana a los polos que al ecuador terrestre. Esa ubicación modifica la manera en que su fuerza gravitacional interactúa con la masa del planeta. Como si se tratara de una silla giratoria empujada desde un punto estratégico, la Luna imprimirá un leve impulso adicional que acelerará el giro del planeta.
“Imagine la Tierra como una silla de oficina con ruedas. Si la empuja desde el ángulo correcto, girará más rápido. Eso es precisamente lo que la Luna está a punto de hacer”, señalaron los especialistas que siguen el fenómeno de cerca.
Durante milenios, la rotación de la Tierra no fue una constante. De hecho, se sabe que en sus primeros mil millones de años, nuestro planeta giraba mucho más rápido. Un día completo duraba solo 19 horas, debido a la cercanía de la Luna, cuya atracción gravitatoria era más intensa. Con el paso del tiempo, el satélite natural se fue alejando, a razón de 3,8 centímetros por año, lo que redujo su influencia sobre la rotación terrestre. Esa progresiva retirada dio lugar al alargamiento paulatino de los días, un fenómeno registrado a lo largo de eras geológicas.
Hasta hace poco, ese patrón parecía inalterable. Sin embargo, los registros más recientes revelaron un giro inesperado. En 2020, los científicos advirtieron que la Tierra comenzó a rotar más rápido de lo habitual, alcanzando velocidades sin precedentes desde que existen mediciones de alta precisión.
El 5 de julio de 2024 se convirtió en el día más corto del que se tenga registro: duró 1,66 milisegundos menos que las 24 horas exactas. Este dato fue confirmado por el sitio especializado TimeandDate.com, que monitorea los cambios en la duración del día utilizando relojes atómicos.
La aceleración de la rotación terrestre no solo está influida por la posición de la Luna. Existen otros factores, tanto naturales como antropogénicos, que modifican la distribución de la masa del planeta, alterando su inercia y velocidad angular.
La NASA sostiene que el cambio climático también juega un papel determinante. A medida que los glaciares se derriten y se extrae agua subterránea en grandes volúmenes, el planeta redistribuye su masa, tal como lo haría un plato giratorio al mover el peso hacia los bordes.
Este desplazamiento, aunque sutil, afecta directamente la rotación. Entre 2000 y 2018, esa reorganización hídrica incrementó la duración del día en unos 1,33 milisegundos por siglo.