Argentina superará sus males de años, solo cuando deje de lado el adoctrinamiento. La esperanza son los niños, adolescentes y jóvenes
Normalizar lo anormal, es algo que caló profundo en los argentinos. Creer que el Estado es el mandamás de los habitantes de esta tierra: que decide qué está bien y que no; qué se puede hacer y que no; que el objetivo del ciudadano pobre es depender de un plan social y convertirse en rehén del papá Estado; o que un empleo tiene que ser dado por el Estado porque de esa manera nos aseguramos una beca hasta el día de la jubilación.
Normalizar el robo de los políticos porque mientras hagan algo está bien. Normalizar la compra de votos, la corrupción, el incumplimiento a las normas básicas de convivencia. Normalizar la inflación y la inseguridad, presos con privilegios, la Justicia corrupta, policías “prendidos” en irregularidades, las coimas, etcétera. Está tan corrupta la sociedad toda, que es habitual hacer un trámite a través de “un amigo” salteando controles. Todos, más o menos, tienen un conocido en la repartición pública que te hará “safar” de la burocracia para conseguir lo que se necesita.
No hay respeto por nada. A nivel de seguridad vial, por dar un ejemplo, nadie cumple las normas (pasar semáforos en rojo, circular en contramano, no usar casco, conducir chateando con el celular), ¿por qué?, porque nadie te multa y si te multan, con una coima o un amigote en la repartición pública, queda en la nada. Se evaden impuestos, también, total siempre hay un gestor o contador experto en el tema, con contactos en los lugares claves para evitar pagar lo que corresponde. Y se podrían dar innumerables ejemplos.
Hay una realidad: más allá de la falta de educación de la población que viene desde hace décadas, falta algo fundamental, el ejemplo de los gobernantes. La gente vé en ellos, poder e impunidad. “Si ellos lo hacen, por qué yo no”.
Javier Milei asumió con muchos desafíos: bajar la inflación, bajar la inseguridad, insertar a la Argentina en el mundo moderno pero, su desafío más grande es EL CAMBIO CULTURAL.
En solo cuatro meses de gobierno liberal, ya comenzó a visibilizarse ese cambio cultural. De a poco, la gente comenzó a cuestionar hechos y actitudes que antes dejaban pasar. Se ha comenzado a fiscalizar toda acción no solo de los políticos sino, también, de otros ciudadanos “de a pie”.
Milei rompió el umbral de lo previsible, discutible, aceptable, para un presidente (de acuerdo a lo que los ciudadanos estaban acostumbrados). El presidente hace lo que dice y dice lo que hace, y eso que es lo normal, para la mayoría es ANORMAL. La economía y la seguridad, quizás, se recupere más rápido que lo CULTURAL. No es fácil, no es rápido pero, el proceso se ha iniciado.
Quizás, en los mayores de 40 años, es una batalla perdida o difícil de revertir, ya que ese grupo etáreo ha pasado por muchas desilusiones, grandes promesas políticas incumplidas. Se han cansado de que le mientan, no le creen a nadie o les cuesta mucho hacerlo. La esperanza está en las nuevas generaciones (niños, adolescentes y jóvenes). Es un camino largo, de muchos años por delante pero, alguna vez tiene que empezar.
TICHO para Sin Codigo Tucumán