“Nadie se salva solo”, un concepto que se ha popularizado y que Javier Milei parece no entender. La liberación y la solución de problemas complejos o crisis, requieren una acción colectiva y comunitaria en lugar de un esfuerzo individual -o solo violeta, para que se entienda-
Por SIN CODIGO
La derrota de La Libertad Avanza, en la provincia de Buenos Aires, es mucho más que un traspié electoral: es un golpe de realidad que desnuda los errores políticos, estratégicos y humanos del propio Javier Milei. El mismo Milei, que supo vender esperanza y optimismo de futuro, es también el responsable del pesimismo y la frustración que hoy atraviesan a miles de ciudadanos.
Así como instaló la idea de que una Argentina normal y mejor era posible -y la gente le creyó-, ahora tiene la obligación moral y política de demostrar que su discurso no fue un engaño. Porque el Presidente no puede jugar con la ilusión de un pueblo agotado de décadas de decadencia.
En este más de año y medio de gestión, distintos sectores le marcaron un rumbo equivocado: rodearse de ex kirchneristas reciclados, nombrar funcionarios sin credenciales, poner la botonera política en manos de su hermana Karina, “El Jefe” de la nada, cuando el único Jefe de Estado -y político- debe ser el Presidente. A eso se suma la incorporación de menemistas con sospechas de corrupción, la desatención de temas sensibles como la salud, la educación y la discapacidad, o la torpeza de despreciar a aliados potenciales como gobernadores, intendentes, legisladores y dirigentes que, aun desde las diferencias, se acercaron a tender una mano.
Milei puede tener buenas intenciones y diagnósticos económicos razonables -déficit cero, inviabilidad del actual sistema jubilatorio-, pero su ejecución es propia de un país nórdico, no de la Argentina. Aquí, donde el populismo moldeó la cultura política -y ciudadana- durante décadas, no se cambia de golpe. Quitar de un manotazo la “paleta de dulce de leche” solo genera odio y resistencia, aunque todos sepan que hace mal. La inteligencia política consiste en modificar la cultura de a poco, con paciencia, pedagogía y estrategia.
Del otro lado, el kirchnerismo sigue intacto: un populismo corrupto que solo quiere volver al poder, aun si eso implica dinamitar al país. Ellos juegan con todo: agua y aceite, traiciones y alianzas, pero siempre unidos para conservar privilegios. Y contra esos “paladines del mal”, Milei no puede ir a la batalla con amateurs. Karina Milei, que hasta ayer hacía tortas; Sebastián Parejas, que hace poco era kirchnerista; Martín Menem, improvisado al frente de Diputados. En Tucumán, un presidente de LLA que vive en Buenos Aires y no distingue Canal Sur de Canal 10. Mientras tanto, se margina a dirigentes con cierto peso como José Macome PRO), Paula Omodeo (CREO), Roberto Sánchez (UCR), Mariano Campero (ex UCR) y hasta Ricardo Bussi (FR).
Con purismo y “todo violeta” no se derrota al kirchnerismo. Porque ellos, aunque sean agua y aceite, se mezclan y ganan. Y cuando los libertarios se encierran en sectarismos, el costo lo paga el país entero.
Milei todavía está a tiempo. Si de verdad quiere que la Argentina siga intentando ser un país normal, debe usar la inteligencia política, convocar a los mejores y no desperdiciar soldados valiosos.
Porque si el kirchnerismo vuelve al poder, esta vez el incendio será total, y hasta ellos mismos quedarán atrapados en las llamas.