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Pobreza y falta de educación, el combo perfecto de los ideólogos de la izquierda populista

El argumento de que el populismo de izquierda es “creador de pobres” para mantenerse en el poder es una visión que refleja una crítica común, aunque depende del contexto y del país en cuestión.

Desde hace más de 20 años, en Argentina se vivió un populismo extremo con el gobierno kirchnerista -a excepción del Gobierno de Mauricio Macri, entre 2015 y 2019-.

La idea detrás de esta crítica es que ciertos regímenes populistas implementan políticas económicas que, aunque buscan mejorar la igualdad -para abajo obviamente- y redistribuir riqueza -en teoría-, generaran una dependencia de programas sociales o mantener estructuras económicas ineficientes, lo que perpetúa la pobreza. Así, los líderes populistas pueden consolidar su base electoral entre sectores desfavorecidos, quienes dependen de ayudas del Estado, utilizando este respaldo como una herramienta para mantenerse en el poder.

Sin embargo, hay quienes argumentan lo contrario: el populismo de izquierda, en muchos casos, ha surgido como respuesta a desigualdades estructurales generadas por políticas neoliberales que profundizan la brecha entre ricos y pobres. Desde esta perspectiva, las políticas populistas, como la redistribución de la riqueza y la inversión en programas sociales, pueden ser vistas como intentos legítimos de corregir esas desigualdades históricas, aunque con problemas en su implementación a largo plazo. Y ya se comprobó que no funcionó. El reparto de planes sociales por los “”gerentes de la pobreza” solo se hacía para mantener “sometidos” y “secuestrados” a los pobres. El populismo te regala el pescado y no te enseña a pescar. Te rompe las piernas y te regala la silla de ruedas. Así, te mantiene cautivo (el VOTO).

La idea de que un mayor número de personas en situación de pobreza implica menos educación, y que la izquierda utiliza esto para ganar elecciones es una crítica que parte de la suposición de que los votantes, con menos recursos y menor acceso a la educación, serían más susceptibles a ciertos discursos populistas o a políticas asistencialistas. Como sucedió en los últimos 20 años. Existen dos generaciones -o tres- en una misma familia donde ningún integrante trabajó, menos terminó la escuela. Muchos no saben leer ni escribir. Sólo viven de planes sociales, a cambio de ir a cortes de calles, actos de izquierda y seguir votando kirchnerismo.

Es cierto que, en contextos de alta pobreza, la educación puede verse afectada, lo que a su vez puede influir en la participación política y en la forma en que se perciben las propuestas de los partidos. El populismo no hace obras para que no te inundes, espera que te suceda para regalarte colcho nes, chapas y mercadería. El pobre, agradecido.

Aunque es cierto que los problemas educativos y económicos pueden influir en las elecciones, también hay muchos otros factores en juego, como la historia política, la cultura local y las dinámicas socioeconómicas del país. El desafío para cualquier gobierno, de izquierda o de derecha, es generar políticas que promuevan el desarrollo y mejoren el acceso a la educación sin caer en dependencias clientelistas.

En Argentina sería bueno una opción de gobierno de centro-izquierda, que no tiene nada que ver con el populismo de izquierda que representa el kirchnerismo, La Cámpora, Kicillof y otro puñado de gobernadores K -señores feudales- que están perpetuados en el poder desde hace años. En la medida que se invierta y mejore la educación de la población -base de todo progreso- las cosas se irán acomodando. Falta mucho aún.

TICHO para Sin Codigo

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