Con la apuesta a que se pudra todo, el kirchnerismo acompañado por el peronismo más moderado, sindicatos y ciertos fanáticos, está haciendo lo que la mayoría de los argentinos ya no quiere: crear un escenario de caos en las calles, y a sabiendas, le está haciendo la campaña electoral a favor de los libertarios ¡y gratis!
La política argentina ha sufrido un progresivo proceso de degradación institucional y social en las últimas dos décadas. Buena parte de esa decadencia se gestó y consolidó durante los años de hegemonía kirchnerista. Con un estilo confrontativo, autoritario y clientelar, el kirchnerismo construyó un aparato de poder basado en el conflicto constante, el desprecio por las instituciones republicanas y una política económica irresponsable que dejó cicatrices profundas.
Paradójicamente, hoy, con Cristina Fernández de Kirchner condenada y detenida por corrupción, sus seguidores han decidido redoblar el rumbo que ya los había alejado del favor popular. En lugar de revisar errores o replantear estrategias, optaron por la exacerbación: piquetes permanentes, cortes de rutas, marchas que paralizan ciudades, paros salvajes que afectan el transporte público y privado, y una violencia callejera que recuerda lo peor de la Argentina reciente.
Es como si el kirchnerismo, en plena decadencia, se propusiera recordarle a los argentinos por qué fue desplazado del poder. No parecen advertir que ese caos cotidiano -que impide circular, trabajar, estudiar, o simplemente vivir en paz- es exactamente lo que millones de ciudadanos quisieron dejar atrás.
El kirchnerismo trabaja para que haya Milei para muchos años
Mientras tanto, el Gobierno de Javier Milei, con sus luces y sombras, avanza en un terreno que parecía imposible: la desaceleración de la inflación. Hoy se conoció el índice mensual de precios al consumidor, que se ubicó en el 1,5%, un número que no se veía desde la pandemia, y que fuera de ese contexto, nos remonta a 2017. Las proyecciones hablan de una inflación mensual por debajo del 1% para octubre, justo cuando se celebran las elecciones nacionales.
En este contexto, el oficialismo no necesita desplegar una campaña electoral espectacular. Le basta con dejar que el kirchnerismo se exprese. Cada piquete, cada goma quemada, cada paro sin sentido es un spot gratuito para el Gobierno Nacional.
Si las cosas siguen así, el país no solo podría repetir el voto de rechazo hacia el pasado, sino también consolidar un nuevo rumbo. Violeta o no, el color que venga será difícil que vuelva a teñirse de un kirchnerismo que ya solo sabe gritar en medio del naufragio.
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