¿El hábito hace al monje? el Papa Francisco ¿quiso enviar un mensaje?

Su aparición el jueves en la Basílica de San Pedro, sin la característica sotana blanca, indignó a los católicos más conservadores. ¿Quiso transmitir que los ornamentos no son importantes o no le cuidaron su aspecto?

A los sectores más conservadores de la Iglesia se les pusieran los pelos de punta cuando vieron, el jueves pasado, las imágenes de Francisco en la Basílica de San Pedro sin la sotana blanca y, en cambio, con sus habituales pantalones negros a la vista, una camiseta y un poncho o manta a rayas cubriéndolo.

Al ser consultado por los periodistas, el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, dijo que el Pontífice estaba dando un paseo por el interior de Santa Marta y en un momento pidió ir a rezar a la Basílica, siendo trasladado en la silla de ruedas por su enfermero, Massimiliano Strappetti.

Bruni precisó que el Papa fue a rezar a la tumba de San Pío X -por el cual Francisco tiene una especial veneración- y observar los arreglos que se están haciendo en el templo, y consideró que este tipo de iniciativas “pueden surgir de su deseo de dar sorpresas, incluso a nosotros”. Pero no habló de la vestimenta.

Obviamente, su presencia provocó un revuelo entre los fieles y turistas que comenzaron a tomar fotos y grabar imágenes que rápidamente se viralizaron. Algunos de ellos trataron de saludarlo. Además, Francisco se acercó a unas sorprendidas restauradoras para agradecerles su trabajo y estrecharles la mano.

No es para menos si se tiene en cuenta -como es bien sabido en los medios católicos- que Jorge Bergoglio suele hablar más por gestos que por las palabras. Y que tiene mucho talento político. Por eso, lo primero que algunos pensaron es que con su aparición había querido manifestar que sigue al frente de la Iglesia.

En esa línea inscriben que el día anterior haya recibido en Santa Marta al Rey de Inglaterra, Carlos III, y a su esposa, la Reina Camila, luego de que durante su internación se informó que la visita se había suspendido de común acuerdo con el Palacio de Buckingham por su entonces delicado estado de salud.

Están también quienes creen que su visita a la Basílica no fue producto de una decisión sobre la marcha que dejó de lado ir a colocarse el hábito, sino que quiso dar un mensaje a aquellos clérigos y laicos apegados a los ornamentos y poner por encima la humanidad y espiritualidad de un convaleciente.

Otros, en cambio, abrazan un argumento inquietante: que Jorge Bergoglio fue prácticamente engañado, cuanto menos empujado a un descuido, para mostrar una imagen de un Pontífice deteriorado, que no es totalmente dueño de sus actos y no está en condiciones de seguir conduciendo la Iglesia.

En fin, no falta gente sencilla que -lejos de lecturas conspirativas- apela a explicaciones sencillas. Como lo hizo una empleada del Vaticano que afirmó: “Al fin y al cabo el Papa está en su casa y son los peregrinos los que tienen que adaptarse al hecho de que haya querido alargar su paseo”.

Sea como fuere, Francisco sigue sorprendiendo y este sábado salió por primera vez del Vaticano tras su vuelta a Santa Marta con el fin de ir a la basílica romana de Santa María la Mayor para rezar ante la imagen de la Virgen de la Salud, como suele hacerlo antes y después de un viaje.

Apenas lleva doce días desde que le dieron el alta con la advertencia de que debía cumplir “al menos” dos meses de convalecencia en su lugar de residencia, pero Jorge Bergoglio -como muchos preveían- quiere ir retomando rápidamente la actividad. Lo cual es riesgoso.

Eso sí, quienes hablaron con él en los últimos días aseguran que está plenamente lúcido. Y que, progresivamente, va recuperando la movilidad y el tono de la voz. Por eso, descuentan que estará presente -aunque no celebre- en varios oficios de Semana Santa.

En definitiva, habrá que ver cómo la sociedad y particularmente los católicos decodifiquen la imagen de un Papa sin su sotana blanca y frágil. En tal caso, parece oportuno preguntarse si el atuendo es más importante que la humanidad que expresó.

En otras palabras, habría que interrogarse si el hábito hace o no al monje.

Con información de  Sergio Rubin

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