En las democracias desarrolladas, la gente puede tener preferencias políticas (de izquierda o de derecha), pero por encima de todo está el país. En Argentina, en cambio, gran parte de la población se comporta como un apátrida (léase sin amor a la Patria): no le interesa el futuro del país, sino solo su facción política
El Boca-River de la política o peronismo-antiperonismo
En el país, la política no se vive como un ejercicio democrático de construcción colectiva, sino como un partido de fútbol entre dos bandos irreconciliables. No importa quién gobierne, lo importante es que al otro le vaya mal. En lugar de apoyar medidas que beneficien al país, muchos argentinos prefieren ver a su rival político fracasar, aunque ello implique más pobreza, inflación y sufrimiento. Esta mentalidad destructiva nos condena al subdesarrollo.
El dominio del peronismo: 29 de los últimos 40 años en el poder
Desde el regreso de la democracia en 1983, el peronismo y su versión kirchnerista gobernaron 29 de los últimos 40 años. En las últimas cuatro décadas, Argentina pasó de ser un país con oportunidades a una Nación donde la pobreza supera el 40%, la educación pública está en decadencia y millones de personas dependen de planes sociales para sobrevivir. Se instaló la cultura del asistencialismo en lugar de la del progreso/esfuerzo. ¿Quién puede discutir que el modelo fracasó cuando el país, en lugar de avanzar, retrocede con cada Gobierno kirchnerista?
Los intentos de cambio frustrados y el eterno retorno al fracaso
Cuando el peronismo pierde el poder, no asume su derrota con humildad ni colabora con la gobernabilidad. Lo hizo con Alfonsín en los ‘80, empujándolo a una hiperinflación que lo obligó a adelantar su salida. Repitió la estrategia con De la Rúa, saboteando su Gobierno hasta llevarlo a la crisis del 2001. Con Macri, tras 12 años de kirchnerismo, le dejaron una bomba de tiempo que explotó en su gestión, y cuando intentó reformas estructurales, la resistencia fue feroz.
Luego de Mauricio Macri, la dereeechaaa, volvió el kirchnerismo, se le dio otra oportunidad y resultó ser el peor Gobierno de la democracia. Su fracaso hizo ganar a otro candidato de dereeechaaa, Javier Milei.
Ahora, Milei, la historia se repite: el peronismo, la izquierda y una parte de la sociedad desean su fracaso antes de darle siquiera una oportunidad. ¿Por qué? Porque si le va bien, se les acaba el negocio de la pobreza y la dependencia. Y muchos ciudadanos, en vez de pensar en el país, actúan como hinchas de un club, deseando que pierda “el otro” sin darse cuenta de que, cuando un Gobierno cae, todos (Juan Pueblo) caemos con él, porque los políticos que fogonean el golpe, se salvan siempre.
¿Quién sufre cuando el país se hunde? LOS POLÍTICOS NO. Ellos siguen con sus sueldos, sus privilegios, sus jubilaciones de privilegio, sus autos oficiales y sus viajes al exterior. Cuando la economía colapsa, no son ellos quienes pierden su trabajo ni quienes hacen fila en un hospital colapsado. Son los ciudadanos comunes los que pagan las consecuencias de un país que nunca logra salir del pozo porque una parte de la sociedad prefiere ver fracasar a un Gobierno antes que admitir que es necesario un cambio.
En las democracias desarrolladas, la gente puede tener preferencias políticas, pero por encima de todo está el país. En Alemania, Francia, EE.UU., Chile, Uruguay, gobierne la izquierda o la derecha, los ciudadanos entienden que si el Gobierno fracasa, todos pierden.
La pregunta es: ¿por qué no podemos ser como esas naciones? ¿Por qué el argentino medio prefiere boicotear un Gobierno antes que aportar soluciones? ¿Qué nos impide evolucionar hacia una cultura de grandeza en lugar de vivir en un eterno ciclo de destrucción?
Es hora de despertar del egoísmo suicida
Es momento de entender que el fracaso de un Gobierno es el fracaso de todos. La grieta política nos hunde porque nos convierte en enemigos de nuestro propio país. Si seguimos apostando a que al otro le vaya mal, al final, los únicos que ganan son los políticos corruptos que viven de la miseria del pueblo.
El desafío es cambiar nuestra mentalidad: dejar de ser hinchas fanáticos de un partido (izquierda o derecha) y empezar a ser ciudadanos comprometidos con el futuro de la Nación. Solo cuando entendamos que un país no se construye con odio, sino con responsabilidad, podremos salir del pozo en el que nos metimos.
Dios, El Universo o en quien creas, nos ayude -a TODOS LOS ARGENTINOS- a entender que a este país lo sacamos entre todos, POR AMOR A LA PATRIA.
TICHO para SIN CODIGO