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Los cambios son buenos y necesarios en cualquier sociedad pero, para ello no es necesario la violencia

El fanatismo es un apasionamiento exagerado. El fanatismo conduce a la intolerancia. Cuando hay intolerancia, hay violencia. Coquetear con la violencia en una sociedad desquiciada, como la Argentina, es jugar con fuego en un departamento con pérdida de gas.

La sociedad argentina vivió durante muchos años el fanatismo kirchnerista. Fue tan fuerte, que llevó a peleas (literal) entre miembros de una misma familia, entre amigos, entre sectores de la sociedad. Luego surgió la grieta: entre kirchneristas y macristas, con muchas agresiones de por medio.

El hartazgo llegó tan lejos que surgió un fenómeno llamado Javier Milei. Un hombre que supo interpretar la realidad y cansancio social, con mensajes directos. En la última elección salió primero y es un fuerte candidato a llegar a la presidencia. Ahora, se observa que Milei genera un fanatismo que empieza a asustar. En las redes sociales se observan insultos hacia los que piensan diferente al libertario. Y ahí, hay un problema: pasar del fanatismo kirchnerista al fanatismo hacia Milei.

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Deberíamos vivir en una sociedad absolutamente libre, donde las personas voten a los que quieran sin ser juzgados o acusados. El 30% de los argentinos votaron a Milei y está perfecto, y un 28% votó a Patricia Bullrich, y está perfecto o el que votó a Massa. Lo que no debe ocurrir es el fanatismo, donde el que no piense como yo es un boludo. CUIDADO. CUIDADO.

La violencia genera más violencia. Merecemos vivir bien y en PAZ. Ojalá que el nuevo Presidente genere tranquilidad y bienestar al pueblo y no una nueva generación de fanáticos porque la tolerancia está en su nivel más bajo y no queremos más muertos, más peleas, más guerra.

Dejémonos de joder de una buena vez.

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