Caos sobre ruedas: el laberinto de las tarjetas para viajar en colectivo en Tucumán

Subirse a un colectivo en Tucumán se ha vuelto una especie de desafío, donde los participantes deben superar una serie de pruebas a lo largo de un recorrido, donde el primer obstáculo no es la frecuencia del servicio, el estado de las unidades o la demora: es simplemente poder pagarlo

No se trata de una cuestión técnica, sino de sentido común. De facilitarle la vida a la gente, en vez de complicársela aún más. Los tucumanos no piden milagros: solo quieren poder subirse a un colectivo sin tener que ser expertos en logística y planificación urbana. Es hora de que la política baje del despacho, se suba al bondi y entienda que los ciudadanos ya están demasiado cansados de que todo funcione mal. Aunque sea, empecemos por simplificar lo más básico: cómo se paga.

En una provincia donde el transporte público ya viene dejando mucho que desear, los usuarios deben enfrentarse a un trastorno adicional que parece sacado de una sátira burocrática: la coexistencia de cuatro sistemas distintos de pago para viajar.

Las tarjetas Ciudadana, SUBE, Metropolitana e Independencia conviven en un ecosistema absurdo que fragmenta aún más un sistema de transporte ya roto. Un ciudadano que se mueve entre San Miguel de Tucumán, Yerba Buena y Famaillá, por ejemplo, puede necesitar hasta tres tarjetas distintas para completar su recorrido. La situación es tan ilógica como ineficiente.

La dificultad de poder cargar las tarjetas

Pero el drama no termina ahí. Cargar estas tarjetas es otra odisea. Hay pocos puntos habilitados, la mayoría concentrados en el centro capitalino, lo que obliga a muchos a caminar cuadras y cuadras solo para ponerle saldo a un plástico. Y si logran encontrar un punto de carga, muchas veces se topan con la sorpresa de que no hay sistema, o directamente no hay saldo disponible. Todo esto mientras el tiempo corre, el colectivo se va y la paciencia se agota.

Una solución posible con voluntad política

Lo más frustrante es que existen soluciones. No se trata de inventar la pólvora. Hay países que ya han resuelto este problema con medidas simples y eficientes. En Londres, por ejemplo, los colectivos se pueden pagar con una tarjeta de débito sin contacto o desde el celular con Apple Pay o Google Pay. En Santiago de Chile, un mismo sistema de tarjeta recargable sirve para buses, metro y trenes, y puede cargarse en supermercados, farmacias, kioscos y hasta por internet. En Uruguay, Montevideo unificó el sistema hace años con una única tarjeta que sirve para todo el sistema de transporte público.

¿Qué impide que en Tucumán se adopten soluciones similares? No es la tecnología. No es la falta de recursos. Es, una vez más, la falta de voluntad política y de gestión eficaz. La solución es tan obvia como urgente: unificar los sistemas de pago en una sola tarjeta o, mejor aún, permitir el uso de medios modernos como el celular o las tarjetas bancarias. Además, es fundamental ampliar la red de carga con la habilitación de más bocas en kioscos, almacenes, supermercados o por internet.

Facilitarle la vida al ciudadano, al menos para movilizarse en el transporte público, no necesita una gran inversión -ni grandes ideas-. Solo requiere que los funcionarios del Ejecutivo provincial y municipal se sienten, y se pongan de acuerdo, en algo tan simple pero a la vez tan necesario: poder pagar el colectivo de manera simple, accesible, práctica y segura.

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