Hace cinco años, los argentinos despertaron ante un escenario inédito: calles vacías, controles policiales y una incertidumbre que marcaría a toda una generación. Cinco años del inicio de la cuarentena “eterna” por el Covid-19: los efectos y daños que quedaron en la memoria colectiva
El 20 de marzo de 2020, Argentina entraba en uno de los confinamientos más estrictos del mundo para enfrentar la pandemia de COVID-19. Lo que en un principio se presentó como una medida temporal, se extendió por meses, transformando la vida de millones de personas. A pesar de los años que pasaron, el recuerdo del encierro, la incertidumbre y las pérdidas sigue latente en la memoria de los tucumanos.
El aislamiento y sus consecuencias invisibles
El confinamiento tuvo un impacto devastador en todos los aspectos de la vida. La economía se paralizó, los comercios cerraron, las escuelas se vaciaron y la interacción social quedó reducida a pantallas. Tucumán, una provincia ya golpeada por la crisis, sintió con crudeza los efectos de una cuarentena prolongada. Pequeños negocios quebraron, miles de personas perdieron su fuente de ingresos y la pobreza se profundizó.
Pero más allá de las cifras económicas, el verdadero golpe fue emocional y social. El encierro forzado dejó secuelas en niños que pasaron meses sin ver a sus compañeros, en adultos mayores aislados de sus familias y en trabajadores esenciales que convivieron con el miedo al contagio. La salud mental se deterioró, con aumentos en la ansiedad, la depresión y los trastornos derivados del estrés prolongado.
Tucumán: una provincia paralizada
En la provincia, la cuarentena significó un quiebre en la cotidianidad. Las calles quedaron vacías, los bares cerraron sus puertas y la vida social, tan característica de la región, se apagó. Las restricciones impuestas por el gobierno provincial fueron severas, con controles en los accesos y la prohibición de actividades recreativas y deportivas.
La educación sufrió un golpe del que aún no se recupera. Miles de estudiantes tucumanos pasaron más de un año sin clases presenciales, lo que agravó la ya preocupante crisis educativa. La falta de acceso a dispositivos y conectividad dejó a muchos niños y adolescentes fuera del sistema escolar, aumentando la desigualdad y debilitando sus oportunidades futuras.
Muchos tucumanos murieron sin poder despedirse de sus familias, mientras otros quedaron con secuelas físicas tras la enfermedad.
Las heridas que aún no cierran
Cinco años después, Tucumán sigue arrastrando las consecuencias de la cuarentena. La crisis económica profundizada por el confinamiento aún afecta a miles de familias. La salud mental, en especial en los más jóvenes, sigue siendo una preocupación creciente, con un aumento en los casos de ansiedad y depresión.
El recuerdo de aquellos meses sigue presente en quienes perdieron a un ser querido sin poder despedirse, en los comerciantes que vieron destruidos años de esfuerzo y en los estudiantes que quedaron rezagados en su formación.
La pandemia y el confinamiento dejaron cicatrices que el tiempo no borra. A cinco años del inicio de la cuarentena, Tucumán sigue reconstruyéndose, tratando de superar un pasado que marcó a toda una generación.