Tucumán sigue siendo un pueblo: el caos que provoca cortar los alrededores de la Plaza Independencia todo el tiempo

Para el Gobierno provincial y municipal, todo acto -y más en campaña- debe ser hecho en la Plaza principal del pueblo para que sus habitantes se enteren

Por SIN CODIGO

En San Miguel de Tucumán, la (mala, improcedente) costumbre de las autoridades de cerrar el microcentro para actos oficiales o festivales se ha vuelto un verdadero atentado contra la vida urbana. Y no es exageración: cada vez que la Plaza Independencia se convierte en escenario político o festivo, la ciudad queda paralizada en un caos vehicular solo comparable con los peores países en desorden urbano.

¿Por qué se dice que es una costumbre de pueblo? Porque en el pueblo, que generalmente hay pocos habitantes y número reducido de vehículos, no hay buen internet, la gente no está acostumbrada a usar redes sociales y entonces, toda la atracción está en la Plaza del pueblo, que garantiza que todo el mundo lo verá y se enterará. No es el caso de San Miguel de Tucumán.

La capital tucumana es la ciudad más densamente poblada del país y la de menor dimensión territorial. En el Gran San Miguel de Tucumán viven más de un millón de personas, y cada hora ingresan al microcentro alrededor de 30 mil vehículos. A esa saturación se suma que los principales hospitales públicos se ubican en pleno micro y macrocentro, lo que hace de la circulación de ambulancias un drama cotidiano.

Pero a las autoridades provinciales y municipales parece no importarles. Mientras los tucumanos viven atrapados en embotellamientos que duran horas, las calles se cortan “cada dos por tres” ya sea por protestas o por actos de gobierno que podrían perfectamente realizarse en otros espacios de la ciudad. La consecuencia: ambulancias que no llegan, pacientes que esperan, choques menores, discusiones entre conductores y un clima de crispación generalizada.

Lo más llamativo es que policías y agentes de tránsito no se ocupan de ordenar el tránsito ni de dar soluciones, sino solo de cumplir la orden de cortar calles. Este viernes, por ejemplo, se cerraron los alrededores de Plaza Independencia para organizar un festival. Como si Tucumán no tuviera otros lugares para celebraciones, eligen el corazón de la ciudad, donde el impacto es mayor (para el caos). En campaña electoral, todo vale: mostrar la plaza llena importa más que la circulación de una ambulancia, o el bienestar de ciudadanos y comerciantes.

Con los cortes del viernes, por ejemplo una ambulancia tardó diez minutos en recorrer apenas dos cuadras. El enfermo adentro, rehén de un embotellamiento sin salida, mientras los agentes de tránsito permanecían en las esquinas “como estatuas”, sin advertir a los conductores ni organizar desvíos.

Tucumán, a las puertas de 2026, sigue funcionando con un pensamiento pueblerino que niega la realidad: ya no es un pueblo, sino una gran ciudad. Y como gran ciudad, requiere políticas urbanas inteligentes, planificación y respeto por la vida de sus habitantes.

Al menos, si no quieren cambiar la costumbre de usar la Plaza Independencia como escenario de campaña (parece que al gobernador y a la intendente les encanta), lo mínimo sería que las fuerzas de seguridad y tránsito:
• Adviertan varias cuadras antes sobre los cortes.
• Desvíen el tránsito antes de que los autos queden atrapados en un embudo.
• Ordenen la circulación manualmente para liberar calles y permitir el paso de ambulancias o de los mismos vehículos particulares.

Porque una ciudad no se mide por la cantidad de festivales que organiza en su Plaza Principal, sino por la capacidad de sus autoridades de garantizar que una ambulancia no quede atrapada diez minutos para avanzar dos cuadras.

Hasta que eso cambie, Tucumán seguirá siendo un pueblo con (dudosas) pretensiones de ciudad.

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