Basta de Psicosis: el dólar ya no es el monstruo de siempre

Los medios y ciertos economistas siguen agitando el fantasma del dólar. Si baja, dicen que “está barato”. Si sube, alertan que “se disparó” y que hay que temer lo peor. Una narrativa que desinforma, genera ansiedad social y promueve la desconfianza. Por qué los argentinos debemos dejar de vivir obsesionados con el dólar y cómo el nuevo plan económico está cambiando las reglas de juego

Por SIN CODIGO

Durante décadas, en la Argentina el valor del dólar funcionó como un termómetro emocional. Si subía, entrábamos en pánico. Si bajaba, los medios lo llamaban “barato” y nos hacían creer que había que salir corriendo a comprar. Un círculo vicioso de paranoia colectiva, alimentado por titulares incendiarios y “analistas” que juegan más a la política que a la economía.

Pero esa lógica está cambiando. Y rápido. Desde que Javier Milei asumió la presidencia y puso en marcha un plan económico de estabilización de la mano de Luis “Toto” Caputo, la relación del país con el dólar entró en otra etapa. El dólar ahora flota entre bandas: se mueve, sí, pero en un rango preestablecido y sin sobresaltos dramáticos. ¿Cuál es ese rango? Entre los $1000 y $1400. Puede variar según la demanda, la oferta o la confianza del mercado, pero el objetivo es claro: quitarle al dólar ese poder de aterrorizar a la sociedad.

“No hay más anclas mágicas ni precios dibujados. Hoy el dólar flota en libertad, como debe ser en una economía seria.”
— Luis Caputo, Ministro de Economía

El nuevo marco: libertad y previsibilidad

En este nuevo esquema, el dólar dejó de ser un ancla emocional. La flotación entre bandas permite que el tipo de cambio se acomode sin generar saltos bruscos en los precios. Y lo estamos viendo: en los últimos meses, aun cuando el dólar se movió, la inflación siguió bajando, y con fuerza. Eso no ocurría en décadas.

¿Por qué? Porque la inflación en la Argentina siempre fue un fenómeno monetario. Demasiados pesos persiguiendo pocos bienes. Hoy, esa emisión descontrolada se terminó. El Banco Central emite menos, hay menos pesos circulando y el déficit fiscal fue eliminado. Es simple: menos pesos, menos inflación.

“La inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario. Y nosotros vinimos a exterminarla.”
— Javier Milei, Presidente de la Nación

La inflación tiene fecha de vencimiento

El propio Milei y su equipo aseguran que, si se sostiene el plan, la inflación podría desaparecer hacia mediados de 2026. Y los datos les empiezan a dar la razón: de tres dígitos anuales estamos bajando a dos y cada vez más cerca de un dígito mensual. Un hito para un país que se acostumbró a vivir con aumentos de precios permanentes.

Mientras tanto, los medios y algunos economistas siguen agitando el fantasma del dólar. Si baja, dicen que “está barato” y que hay que comprar. Si sube, alertan que “se disparó” y que hay que temer lo peor. Una narrativa que desinforma, genera ansiedad social y promueve la desconfianza, justo cuando el país necesita lo contrario: serenidad, racionalidad y madurez económica.

“Los precios no reaccionan más al dólar como antes porque cambiamos la lógica de fondo. Eso es disciplina monetaria.”
— Luis Caputo

¿Quién gana con la psicosis?

Hay sectores que no quieren que el plan funcione. Porque un Gobierno que logre “domar” la inflación y estabilizar la economía gana legitimidad. En un año electoral, muchos actores están dispuestos a hacer volar por el aire la confianza de los argentinos con tal de desgastar a la Administración de Milei. Lo hacen disfrazados de análisis económico pero, en muchos casos, es pura operación política.

La realidad es que, por primera vez en años, la economía argentina empieza a tener reglas claras, disciplina fiscal, control monetario y libertad cambiaria. No es magia, es responsabilidad.

“No se puede tener una moneda sana si el Estado es una máquina de imprimir billetes. Eso se terminó.”
— Javier Milei

Es hora de cambiar el “chip” y acostumbrarnos a que variaciones del dólar van a suceder sin que el mundo se venga abajo. Tenemos que dejar de mirar el dólar como si fuera el oráculo del desastre. Entender que fluctúa, como en cualquier país normal. Y que el problema no es cuánto cuesta, sino cómo se maneja el dinero, el gasto público y la emisión.

Los argentinos debemos dejar atrás esa mentalidad de crisis permanente. Y los medios, también. Porque el futuro no se construye con titulares de pánico ni con “expertos” que predicen catástrofes cada semana. Se construye con estabilidad, confianza y verdad.

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