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Los cubanos sufren la peor crisis desde que el régimen castrista tomó el poder hace más de seis décadas. “Cuba es un campo de concentración. El mundo entero tiene que saberlo”

La población viene soportando prolongados cortes de electricidad, escasez de productos básicos y cada vez más personas intentan irse de la isla.

No hace mucho, la Plaza de la Revolución de La Habana estaba abarrotada de turistas estadounidenses que entrechocaban sus palos de selfi mientras sacaban fotos de la icónica imagen del revolucionario Che Guevara e intentaban dar una vuelta en un Chevrolet Bel-Air rojo caramelo de 1952.

En la actualidad, los lustrosos convertibles estadounidenses de la década de 1950 que simbolizaban la quintaesencia de Cuba están vacíoslos turistas que transportaban han desaparecido.

Los conductores se pasan la vida como la mayoría de los cubanos: soportando prolongados cortes de electricidad, haciendo cola en supermercados mal abastecidos y viendo cómo sus amigos, familiares y vecinos, hartos de todas las penurias, hacen las maletas y se marchan.

El turismo, que una vez fue un elemento vital de la economía de Cuba, se ha desplomado, con una caída de casi el 50 por ciento desde 2017, y las nuevas regulaciones de visas de Estados Unidos hacen que sea más difícil incluso para los europeos viajar allí.

Muchos de los miles de negocios privados que el Gobierno cubano permitió abrir, en los últimos años, intentan mantenerse a flote tras perder a tantos trabajadores por la emigraciónLas calles están llenas de basura, ya que la escasez de combustible impide recogerla.

Muchos cubanos lo expresan sucintamente: hace 10 años, había esperanza. Ahora, hay desesperación.

“Sales a la calle y la sonrisa del cubano se va desdibujando”, dijo Adriana Heredia Sánchez, propietaria de una tienda de ropa en La Habana Vieja.

El deterioro de Cuba subraya el papel sobredimensionado de Estados Unidos en el país, y se produce cuando Donald Trump está a punto de regresar a la Casa Blanca: ha propuesto a Marco Rubio, senador republicano por Florida y partidario de la línea dura con Cuba, como Secretario de Estado.

En muchos aspectos, Cuba está sufriendo su peor crisis desde que Fidel Castro tomó el poder hace 66 años, superando incluso la de principios de la década del 90, cuando la disolución de la Unión Soviética dejó a Cuba sin su principal salvavidas.

Cuba ha sufrido tres apagones en todo el país desde octubre. Las cifras oficiales muestran que la población se ha reducido en al menos un millón de personas, un 10 por ciento, desde la pandemia. Más de 675.000 de esos cubanos se trasladaron a Estados Unidos.

Incluso la tasa de mortalidad infantil, que los gobernantes comunistas habían llevado con tanto orgullo a niveles inferiores a los de Estados Unidos, ha ido subiendo.

Cuba fue uno de los pocos países de América Latina promocionados por eliminar la desnutrición infantil. Pero hoy sus raciones de leche para niños, así como alimentos básicos como arroz y frijoles, a menudo llegan tarde a las tiendas estatales, si es que llegan.

Fidel Castro sabía que un mayor acceso a internet y a las libertades económicas llevaría a más personas a cuestionar la falta de derechos básicos en Cuba y podría socavar el régimen, comentó un ex funcionario estadounidense, en referencia a la apertura que había propuesto el ex presidente Barak Obama. Castro vio las medidas como un caballo de Troya de Estados Unidos, y “eso es cien por cien lo que fue”, dijo.

“Mi mayor conclusión es que la dirección del Gobierno cubano nunca aprovechó las oportunidades para permitir un cambio gradual en respuesta a la voluntad popular”, dijo el ex funcionario de Obama. “Así que ahora están atrapados en el colapso social”.

Muchos cubanos se han cansado de que su gobierno culpe a Washington, dijo Arianna Delgado, una maquilladora que dejó Cuba este año para irse a Miami.

“Vamos a estar claros: Cuba siempre ha estado mal, pero ahora ya la situación no es que haya menos, ahora es que no hay nada”, dijo entre lágrimas. “Cuba es un campo de concentración. El mundo entero tiene que saberlo”.

Rubén Salazar, de 58 años, dice que la gente cocina con carbón porque no hay suficiente gas.

“Aquí no hay vida”, dijo, “el cubano no tiene futuro”.

Una farmacia del barrio del Vedado, en La Habana, reparte 200 boletos numerados el día anterior a la entrega de los medicamentos. Como resultado, la gente debe hacer fila durante horas, dos veces.

“A veces hay medicinas que se agotan antes de llegar a 200”, dice Maritza González, de 54 años, ayudante de maestra, que necesitaba un inhalador para el asma. Solo ha encontrado uno una vez este año. “A veces, se acaban antes de llegar a 50”.

Ese día, era la número 136.

Con información de Frances Robles, Ed Augustin y Hannah Berkeley Cohen

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