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El peronismo/kirchnerismo está pasando por su peor momento. El gobernador tucumano tiene que conjugar la gestión, el electorado no peronista y la propia “tropa”

Osvaldo Jaldo es peronista. Llegó a la gobernación -tan esperada- de la mano de los “compañeros” y gracias a la alquimia electoral tucumana: los acoples. Al asumir su mandato, en octubre de 2023, estaba seguro que la presidencia la ganaba Sergio Massa (UxP) y que su gobierno sería un camino sin demasiados sobresaltos.

Sin embargo, un outsider libertario con solo dos años en política, llamado Javier Milei, ganó las elecciones. La realidad cayó como un balde de agua fría a todo el arco político nacional y provincial. Es más, dicen que un senador kirchnerista tucumano -que luego asumió como diputado- ya tenía el traje comprado para asumir como ministro de Salud nacional.

La reacción de Jaldo fue rápida. A sabiendas de lo que se venía, un Gobierno nacional de otro color político, y leyendo el humor social -anti kirchnerista- decidió tomar medidas en sintonía con los libertarios. De esa manera, no solo acomodó las finanzas locales -la gestión de Juan Manzur había dejado déficit- sino que le dio una impronta a su gestión que tuvo buena acogida en los tucumanos anti peronistas.

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Pero no todo es color de rosas. Las decisiones y declaraciones del primer mandatario tucumano, en estos nueve meses de Gobierno, le trajo críticas y cuestionamientos de sus propios “compañeros”. La “tropa” le sonríe en público y lo despotrica en privado.

El gobernador, rápido de reflejos -una vez más-, no solo comenzó a reunirse con propios y extraños, sino que llamó a su despacho a un kirchnerista que lo desafió públicamente con el tema reparto de fondos a las municipalidades: Javier Noguera -actual legislador y esposo de la intendente de Tafí Viejo, Alejandra Rodríguez. Luego de esa reunión, se mostraron los tres con una sonrisa dibujada en sus caras “para la foto”.

El peronismo es el peronismo. Por más porquerías que salgan a la luz, los muchachos son como una secta que cuidan sus intereses, y se cubren las espaldas. El afiliado peronista, lo mismo. Aunque se muestre y demuestre cantidad infinita de corrupción, seguirán votando peronismo. Pero, con la base electoral del PJ cada vez más chica, el dilema está en qué hacer para convencer al electorado no peronista o anti peronista. Ahí está Osvaldo Jaldo, en esa disyuntiva.

Jaldo, que supo leer el humor social, tomó medidas anti peronistas, y eso cayó bien en la mayoría de los tucumanos. Una de sus propuestas es modificar la Constitución tucumana para eliminar de cuajo los malditos acoples. Los tucumanos aplauden, los “compañeros” lo quieren crucificar. Los acoples, esa alquimia “peruca” que se utiliza desde hace tantos años, posibilitó al Partido Justicialista mantenerse en el poder. Aceptar eliminar el método que les permite “ganar” siempre es una auténtica locura para los cumpas. ¿Qué hará el gobernador?.

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Según encuestas que maneja el Ejecutivo provincial, la imágen del primer mandatario estaría entre 60 y 70% de imágen positiva. No por peronista precisamente, sí por su acercamiento al Gobierno nacional y la aplicación de políticas afines a Milei. Jaldo sabe que cuanto más lejos esté del ideario kirchnerista más cerca tendrá al electorado, y viceversa. Entonces, ¿cómo hará para ensamblar -y conformar- al ciudadano tucumano, a los “cumpas” anti libertarios y al Gobierno nacional?. El peligro para el PJ local es que, si el electorado se da cuenta o percibe que lo de Jaldo es solo una actuación, se lo harán pagar en las elecciones del 2027.

Un estadista es aquel cuyo juicio madurado por considerable experiencia es justo: es el individuo dispuesto a esperar el desarrollo de los acontecimientos. Un estadista es el que vé más allá del hoy. Es el que hace lo correcto para el pueblo y no para unos pocos. No todos los gobernadores o presidentes son estadistas. ¿Osvaldo Jaldo será un estadista o un mandatario peronista más?. El tiempo lo dirá.

TICHO para Sin Codigo

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