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Todos los funcionarios invaden los barrios “mendigando” un voto y luego se olvidan de la gente

A dos semanas de los comicios provinciales, las promesas de campaña están en alza.

“Te voy a asfaltar la calle”; “Te voy a arreglar las cloacas”; “Te voy a construir la cocina y el baño”; “Te voy a dar un contrato”; “Te voy a conseguir el turno para el hospital”; “Te voy a dar mercadería”; y así se puede seguir enumerando las infinitas promesas de los políticos que, como cada cuatro años, “invaden” los barrios periféricos haciendo promesas que, al día siguiente de las elecciones, se olvidan.

Se muestran sonrientes, tomando mate, comiendo guiso, cargando niños, besando abuelos. Más de lo mismo. Son tan previsibles. No se les cae una idea nueva y no tienen verguenza. Vergüenza de aparecer cada cuatro años y luego desaparecer los cuatro años siguientes, sin dar ni una solución a esa gente que le imploraron el voto.

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Que bueno y honesto sería que, durante la gestión, los funcionarios puedan visitar con el mismo entusiasmo y pasión que lo hacen en campaña a cada vecino, escucharlos y darle la solución que necesitan.

Lo que no quisieron o no pudieron solucionar estando en el gobierno, prometen hacerlo en una próxima gestión ¡y en tiempo récord!. La gente será pobre pero “no come vidrio”.

La población ya no “compra” las promesas inútiles de los candidatos. Los escucha por respeto, reciben alguna “migaja” que les dan en sus recorridas pero, ya nadie les cree. En el fondo se les ríen, porque los conocen y saben que “a las promesas se las lleva el viento”.

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