Desde la acusación del Gobierno de Estados Unidos al dictador Nicolás Maduro como líder del Cartel de Los Soles y la etiqueta de narcoterrorismo, los días del bolivariano parecen contados
Por SIN CODIGO
El enfrentamiento entre Venezuela y Estados Unidos ingresó en una fase de máxima tensión. Nicolás Maduro, cada vez más aislado en la región y con crecientes sanciones internacionales, fue calificado por la Administración de Donald Trump como “narcoterrorista” -buscado por la Justicia de su país-, una designación que busca no solo debilitar su poder interno sino también justificar una mayor presión militar y diplomática.
En los últimos días, buques de guerra estadounidenses se desplegaron en aguas del Caribe, cerca de la costa venezolana. Washington asegura que el operativo responde a la lucha contra el narcotráfico, pero Caracas lo interpreta como una amenaza directa al régimen chavista. A esta escalada se sumó la advertencia explícita de Trump: cualquier aeronave venezolana que ponga en riesgo a las fuerzas norteamericanas será derribada.
Un conflicto de larga data
La relación entre Venezuela y Estados Unidos se ha deteriorado desde la llegada de Hugo Chávez al poder en 1999, pero alcanzó un punto crítico con Maduro. Sanciones económicas, denuncias de violaciones a los derechos humanos y acusaciones de fraude electoral marcaron la agenda bilateral. Además, Trump no lo reconoce como presidente constitucional. En paralelo, la Casa Blanca fue incrementando la presión, sumando acusaciones judiciales por narcotráfico contra altos funcionarios del chavismo y congelando activos venezolanos en el extranjero.
El tablero regional
El cerco sobre Maduro no es solo norteamericano. Varios países de la región, alineados con Washington -y no tanto-, han endurecido su postura frente al régimen bolivariano. El Grupo de Lima y la Organización de Estados Americanos (OEA) han cuestionado reiteradamente la legitimidad del Gobierno venezolano, mientras que gobiernos como los de Colombia y Brasil ven con preocupación la militarización de la frontera. De estos dos países, Brasil -con Lula Da Silva a la cabeza, no hizo un reconocimiento oficial a la presidencia de Maduro-, en tanto Colombia, con el presidente Gustavo Petro, es diferente por las acusaciones que tiene su Gobierno en relación a los carteles de la droga.
Consecuencias e incertidumbre
El final de Maduro aparece cada vez más cercano en el discurso de Washington, pero no está claro cuál será la vía: una salida negociada, un colapso interno o una acción militar directa. Lo cierto es que la tensión escala día a día y amenaza con desestabilizar no solo a Venezuela, sino a toda la región.
En este escenario, el futuro político y social del país caribeño se juega entre la presión internacional, la resistencia del chavismo y la incertidumbre de millones de venezolanos que esperan un cambio.