Un ejemplo: la más joven tiene 79 años, viven en un hogar para adultos mayores y lanzaron su canal de streaming

Todo empezó en un taller de radio y fueron por más. “¿Cómo nos íbamos a imaginar estar en YouTube?”

Roberto parece distraído, cansado, o las dos cosas. Tiene 88 años y alguien empujó su silla de ruedas para ayudarlo a quedar en el lugar indicado de la mesa. Parece distraído o cansado hasta que escucha su nombre, la contraseña de que ha llegado su turno para hacerse escuchar. Entonces, como un rayo, la sonrisa le atraviesa la cara y ese pensamiento que venía cocinando se traduce en palabras que elige con calidez, con convicción y sin apuro. En un rato dirá que lo que tiene para transmitir, sobre todo, es “sabiduría, experiencia e historias”.

El cartel luminoso que dice “Estudio Ledor” está tan encendido como los micrófonos y las cámaras. Un operador pone las cortinas musicales y hace la seña de que es momento de hablar. Entonces, según de quién sea el turno, Mirta, Moshé, Lidia, Héctor o Roberto se acercan al micrófono y hacen lo suyo. Comentan las noticias del día, cuentan las peripecias de algún viaje que los llevó a alguna tierra lejana y hasta exótica, aconsejan a los que se comunican con el “Consultorio de Expertos” del que participan.

Hablan de la música y de los músicos que admiran, de los tiempos que pasaron y de los que corren, de los temas actuales que eligen estudiar para mantenerse al día. Cuentan chistes que rematan la emisión del día, contraponen sus miradas, se ponen de acuerdo, disienten, se escuchan y se hacen escuchar. Aflojan la espalda contra el respaldo de la silla cuando el operador hace la seña de que la grabación terminó. Agarran el bastón o el andador, si les hace falta, y salen del estudio al que tanto les gusta volver.

“¿Cómo nos íbamos a imaginar que de un taller de radio de repente se iba a armar esto? De repente hay que armar una columna, nos escuchan, nos hacen notas. ¿Cómo nos íbamos a imaginar estar en YouTube o en Instagram? Era imposible, y acá estamos, miranos”, dice Mirta Rosemberg, una de las participantes del taller de radio que empezó hace unos cuatro meses en el hogar para adultos mayores de la Fundación Ledor Vador, y que lanzó su canal de streaming hace apenas algunas semanas.

“El taller de radio surgió sobre todo para trabajar la autoestima y el empoderamiento de quienes quieran participar. Es cierto que les damos herramientas del lenguaje radial, pero sobre todo trabajamos en que se animen a decir, a combatir lo que a veces es incluso el autoprejuicio de ‘¿qué va a tener para decir este viejo?’, que está basado en una mirada que efectivamente existe hacia la vejez”, describe Gabriel Katz, especialista en gerontología y responsable del proyecto Estudio Ledor.

“La representación de los viejos en la sociedad y en los medios de comunicación es que son los jubilados o las víctimas de una entradera en una casa. Todo eso existe, pero también hay otra versión de las personas mayores: los que tienen historias para contar, deseos de aprender y de compartir lo que ya saben, inquietudes e intereses que no sabían que tenían”, suma Katz, y agrega: “Venimos del paradigma de asilos, un lugar que funcionaba como antesala de la muerte, como un ‘depósito de viejos’. Eso va cambiando y aparece la idea de ‘entró en la residencia y se fue para arriba’ en vez del ‘se fue para abajo’ de antes”.

Según el especialista, existe un prejuicio alrededor de los adultos mayores, por parte de la sociedad e incluso de ellos mismos, que implica despreciar las ideas que puedan compartir. “¿Sabés cuántos dicen ‘a nadie le va a importar lo que pensamos porque somos viejos’? Tratamos, a través de muchas actividades, de desmontar esa idea. Y el streaming busca que tengan una voz, que sean parte de la conversación que hasta ahora no los incluye”, describe Katz.

“La población de todo el mundo está envejeciendo. ¿Cómo puede ser entonces que los viejos no sean parte de la conversación?”, subraya Katz. Roberto, Mirta, Moshé, Lidia y Héctor –“los Cinco Fantásticos”, como los llaman algunos en los alrededores del Estudio Ledor-, son algunos de los que se animaron a sumarse a la conversación. Así que están atentos a las señas del operador, a los pies que les dan sus compañeros para que empiecen a hablar y a las preguntas que mandan los que los escuchan y los ven. Esos a los que Mirta ya llama, con cariño y seguridad, “la oyentada”.

Con información de Julieta Roffo

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