Tucumán: las acciones de un feudalismo en ocaso y la posible candidatura testimonial

Ante la falta de un candidato “potable” para las próximas elecciones de octubre, el gobernador Osvaldo Jaldo estaría evaluando encabezar él mismo la lista de diputados nacionales. Sería solo testimonial, es decir, hará campaña para intentar ganar y no asumir

En Tucumán, la política se ha convertido en un feudo hace mucho tiempo. Y no es una metáfora exagerada. Nuestros gobernantes actúan como verdaderos señores feudales -en cada Comuna, Municipio o en el mismo Ejecutivo provincial-, en el sentido más literal del término: personajes que se creen dueños de un territorio, con derecho absoluto sobre los recursos, los cargos -nombran herederos que son sus propios familiares- y hasta sobre la voluntad del pueblo. Un señor feudal, en la Edad Media, no respondía ante nadie más que su ambición, y mantenía su poder a fuerza de lealtades compradas, promesas vacías y control sobre la vida diaria de sus vasallos. Algo muy similar a lo que vivimos hoy.

En la provincia, los líderes políticos –particularmente del peronismo, que ha monopolizado el poder por décadas– se postulan una y otra vez a cargos electivos o se reciclan en diferentes cargos como si fueran eternos. Lo hacen hasta que las fuerzas ya no dan más o, peor aún, hasta que su imagen se consume socialmente y se vuelven tóxicos para el electorado. Y cuando ese momento llega, la realidad les golpea la cara: no tienen a quién dejarle el bastón de mando y su imagen se esfuma como burbuja de jabón.

¿Por qué? No supieron, o más bien no quisieron formar nuevos dirigentes. Por egoísmo, por ambición, por desconfianza o por el miedo a que alguien los supere. Nunca abrieron el juego. Solo lo hicieron aquellos que tienen hijos, parejas o hermanos a los que si pueden transferir su poder, ¡la familia!. Nunca pensaron en la trascendencia. Sólo pensaron en el poder. Y así, ese mismo poder que les llevó años construir, se les escapa de las manos de un día para el otro. Como arena entre los dedos.

Estos señores feudales modernos son tan poco inteligentes que, en lugar de trabajar para dejar huella en la historia de su pueblo, se obsesionan con enriquecer su presente. Acumulan poder como quien junta monedas en un tarro sin fondo. No quieren ser recordados como grandes hacedores, sino como hábiles sobrevivientes. El problema es que los pueblos no recuerdan a los vivos por su astucia, sino a los líderes por su legado.

Candidatura testimonial, una farsa que ya no debería existir

En este escenario decadente aparece una figura que ya debería estar desterrada por inmoral: la candidatura testimonial. Un engaño electoral en su forma más cínica. Se presentan, hacen campaña, piden el voto, emocionan con promesas… sabiendo que no van a asumir el cargo. Saben que es mentira, pero la sostienen igual. No porque crean que son indispensables, sino porque no tienen a quién poner en su lugar.

La testimonial es el “manotazo de ahogado” del que fracasó como conductor político. Es la confesión explícita de que no lograron crear cuadros propios, ni formar herederos que puedan continuar un proyecto, o que sean electoralmente competitivos. En vez de ceder el lugar, recurren al disfraz, al truco, de vender un producto por otro.

Las rotaciones de un mismo político por diferentes cargos

Esa rotación inescrupulosa de nombres en distintos cargos, sin importar el puesto ni la función, es otro síntoma del modelo agotado. No importa si se trata de una intendencia, una legislatura, una gobernación, una banca en el Congreso, o un Concejo Deliberante. Lo que importa es seguir cobrando. Seguir mandando. Seguir estando. Mantener el poder como escudo protector ante la posible acción judicial.

El peronismo en Tucumán -y el radicalismo- han perdido la oportunidad de renovarse. Y si no lo hicieron, es porque no quisieron. La dirigencia se cerró sobre sí misma, se reprodujo en espejo, y se volvió incapaz de oxigenar su propia estructura. El resultado está a la vista: un sistema que da vueltas sobre sí mismo, cada vez más alejado de la gente, cada vez más vacío de sentido.

Cuando el ciudadano dice basta, hagan lo que hagan los gobernantes, les darán la espalda en las elecciones

Hoy, los votantes están cansados. Hartos. Saturados. Quieren un cambio. Por más que les prometan “el oro y el moro”, ya no creen. La paciencia social no es infinita. La mentira tiene fecha de vencimiento. Y cuando llegue la hora de votar, muchos de estos señores feudales van a descubrir que el poder que creían eterno… era prestado.

TICHO para SIN CODIGO

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