Tucumán en clave electoral: el peronismo rema en dulce de leche y La Libertad Avanza mete miedo

La hegemonía peronista tambalea. La irrupción de Javier Milei y el desgaste de una dirigencia sin renovación generan un escenario inédito de cara a las elecciones de octubre. ¿Podrá el oficialismo reordenar su tropa?

Por SIN CODIGO

En Tucumán, el peronismo es sinónimo de poder absoluto. Pero la historia parece estar escribiendo un nuevo capítulo. A menos de tres meses de las elecciones nacionales de octubre -donde se renovarán cuatro bancas de diputados-, la hegemonía peronista muestra fisuras tan profundas que ni la repetida alquimia de unidad forzada logra sellar.

Desde hace años, el poder del PJ local estuvo sostenido más por la dispersión opositora que por méritos propios. Radicales sin rumbo, republicanos funcionales, figuras como José Cano, Silvia Elías de Pérez, Germán Alfaro o Ricardo Bussi fueron rivales en las urnas y, sin querer ¿o queriendo?, aliados de facto del oficialismo. Pero esta vez, el tablero cambió. Apareció un nuevo jugador con reglas distintas: La Libertad Avanza (LLA).

Lo llamativo del fenómeno libertario, en Tucumán, es que no necesita nombres ni estructuras. Solo la marca Milei basta para encender una expectativa electoral inédita. Mientras el peronismo pelea con internas feroces, LLA avanza con sigilo y eficacia. Es la única oposición real, sin compromisos ni pactos históricos con el poder local.

En el oficialismo provincial, la preocupación es palpable. Las internas ya no son solo roces. Son dos proyectos políticos antagónicos: de un lado, el sector “dialoguista”, más pragmático y dispuesto a convivir con el Gobierno Nacional. Del otro, el núcleo kirchnerista que vive cada elección como una batalla final contra “la derecha”.

Osvaldo Jaldo y Juan Manzur conocen el peligro. Ensayan una estrategia de contención, sabiendo que la unidad es la única opción para sobrevivir. Pero la aversión política de figuras como Pablo Yedlin, Javier Noguera y otros K locales hacia Milei hace casi imposible una síntesis. La pregunta ya no es si se van a unir, sino cómo y con qué costos.

El panorama se complica aún más al pensar las listas: ¿Un jaldista a la cabeza? ¿Un kirchnerista intransigente? ¿Y el discurso? ¿Oposición total a Milei o ambigüedad pragmática para no alejar a un electorado que pide aire fresco?

Mientras, LLA gana terreno. La campaña libertaria parece no existir… y sin embargo está presente en cada conversación en la calle. El ciudadano común sufre la crisis económica, pero valora que la inflación esté bajando y el dólar no vuele. Muchos reconocen que están haciendo un esfuerzo, pero no quieren volver al pasado.

En ese marco, LLA capitaliza el hartazgo, el cansancio de ver siempre las mismas caras, los mismos apellidos, los mismos discursos. Y lo hace sin prometer nada espectacular, solo insistiendo en la idea de que “ahora las cosas están cambiando”.

Para Jaldo, el desafío es doble: necesita asegurar gobernabilidad para los dos años que le quedan y quedar bien posicionado para una eventual reelección. Para Manzur, se trata de seguir vigente en la centralidad del poder, aunque sea desde una banca. Y para los kirchneristas, es simple: si no sacan una buena cantidad de votos, se despiden del escenario político tucumano.

Pero la pregunta clave es: ¿Les alcanza con unirse? ¿O esta vez el desgaste y el hartazgo social son tan fuertes que ni la maquinaria peronista puede revertir la ola violeta?

Tucumán se prepara para una elección bisagra. Y esta vez, nada está asegurado.

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