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Matías era de Estación Aráoz

En cuestión de horas, Matías Valdez se descompensó y falleció. La muerte llenó de tristeza e impotencia a toda la familia y a gran parte de los vecinos de Estación Aráoz, un pueblo que desde hace un mes vive convulsionado por una epidemia de dengue que ya afectó prácticamente a todos los hogares.

Ha pasado un día desde la despedida a Matías. Su mamá, Marcela Moyano, no puede olvidar los gritos de dolor de su hijo. Los vecinos del pueblo no pueden creer el desenlace de esta historia porque Matías era muy joven y saludable.

En su casa, casi todos se habían contagiado de la enfermedad que transmite el mosquito Aedes aegypti. Primero se enfermó la abuela y luego la mamá. Pero no tuvieron inconvenientes. Marcela recuerda que el lunes Matías fue a la escuela normalmente y el martes empezó a sentirse mal. Tenía muchos dolores en la nuca y en la espalda, especialmente en la cintura. Además, transpiraba helado y no quería comer, ya que todo lo que ingería lo vomitaba. “Teníamos la camioneta rota así que tuvimos que pedir que los vecinos nos ayuden para llevarlo al hospital. Cuando llegamos, tenía la presión muy baja y no le podían subir. Estaba deshidratado; le pusieron suero tres veces y lo mandaron a casa. No pasó ni una hora y se descompuso, así que volvimos a llevarlo”, detalla la mamá, que parece una mujer fuerte, pero hoy apenas puede mantenerse en pie. Todos en la casa tienen los ojos rojos de tanto llorar. Quieren entender lo que pasó. Aseguran que a Matías no lo atendieron bien, que demoraron en asistirlo, y que es una muerte que se podría haber evitado.

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“Mamá, ya no puedo estar así, me duele mucho”, le suplicaba el joven a Marcela. “Recién a las 3 de la mañana decidieron trasladar a mi hijo en una ambulancia desde el hospital de Estación Aráoz hasta el Centro de Salud. Ahí le hicieron análisis y lo dejaron sentado con un suero. Los minutos pasaban y él estaba cada vez peor. Empezó a ponerse morado; no tenía aire. Luego lo llevaron a terapia. Me enteré que tuvo cinco paros cardíacos”, relata la madre desconsolada. “No entiendo por qué no lo derivaron antes si estaba tan grave”, se lamenta.

“Jugaba todos los días a la pelota, le encantaba salir con amigos”, describe su hermano antes de quebrarse en un llanto incontrolable. Su papá, Reyes Fabián Valdez, lo abraza. Siente una mezcla de enojo y dolor. “Nadie nos dio explicaciones. Creo que faltó responsabilidad”, sostiene.

Según los vecinos de Estación Aráoz, desde hace poco más de un mes viven una pesadilla constante por culpa de los mosquitos transmisores del dengue. “Aquí ya no queda nadie que no se haya contagiado la enfermedad”, sentencia Sergio Manzi, de 76 años. “Viví tres días fatales con esta dolencia y tardé 20 días en recuperarme. A mi esposa tuvieron que internarla para ponerle suero”, cuenta desde el mostrador de un almacén donde ya se agotaron los insecticidas, espirales y repelentes. El hijo y la nuera de Manzi también se infectaron.

“La muerte de este joven no es la primera”, asegura Liliana Martínez. Según la opinión de los vecinos, el gran problema del pueblo son las calles en mal estado, cacharros en las veredas y los desechos que se acumulan en un basural a cielo abierto.

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“El hospital está desbordado. Muchos pacientes llegan con dolores abdominales, náuseas y fiebre”, cuenta María Emilia Ibáñez, en la puerta del centro asistencial.

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