El Presidente llega a las elecciones legislativas en clara desventaja: sin mayoría en el Congreso, enfrentando a toda la oposición y con un sistema político decidido a no soltar sus privilegios. El caso Tucumán. “David contra Goliat”
Por SIN CODIGO
A pocos días de las elecciones legislativas del 26 de octubre, el escenario político argentino se muestra con una claridad brutal: es Javier Milei y La Libertad Avanza contra todos.
El Presidente que llegó al poder, hace 22 meses, diciendo lo que nadie se animaba -que la Argentina estaba fundida y que hacía falta sacrificio para salir del pozo, es decir, con la verdad– enfrenta hoy a un bloque opositor compacto, que va desde la izquierda hasta los viejos socios del poder provincial, unidos solo por un objetivo común: frenarlo.
Milei prometió ajustar, equilibrar las cuentas públicas, terminar con la corrupción de la obra pública y erradicar el eterno déficit fiscal que hundió al país. Lo dijo, no mintió, y aun así lo votaron millones de argentinos cansados de décadas de mentiras y decadencia.
Lo paradójico es que, cuando esas promesas comenzaron a cumplirse -inflación en baja, equilibrio fiscal alcanzado y señales de recuperación en algunos indicadores sociales como baja de la pobreza e indigencia-, toda la oposición se alarmó. Entendieron que si el Presidente logra estabilizar la economía, su proyecto se consolidará. Y entonces decidieron frenarlo por la vía institucional: el Congreso.
Durante 2024, con esfuerzo y negociación, Milei consiguió aprobar algunas leyes clave. Pero 2025 llegó con olor a campaña, y con él, el bloque opositor comenzó a dinamitar todo lo que oliera a equilibrio fiscal. En un Congreso históricamente improductivo, la ironía es que ahora se trabaja como nunca, no por patriotismo, sino por el intento desesperado de desgastar al Gobierno.
A la ofensiva política se suman los medios y sectores empresariales que, ante la falta de la millonaria pauta oficial, redescubrieron su espíritu crítico y sembraron dudas y negatividad en la sociedad. No pocos de ellos, por supuesto, alineados con los intereses de la vieja política.
Si a Milei no le interesara sacar a la Argentina adelante, si solo le interesara el poder o fuera un corrupto, haría la “Gran Kirchnerismo”: populismo barato, plata pata todos, se llenaría los bolsillos y que el país se las arregle.
El caso tucumano: manual peronista
En Tucumán, el reflejo de esa pulseada se siente con fuerza. Un gobernador peronista -asustado por el crecimiento libertario- decidió recurrir al manual de supervivencia política: ponerse él mismo como candidato testimonial -es decir, no asumirá-, unir el agua y el aceite, o sea, moderados, procesados, condenados y “tirabombas”, todos en una misma bolsa para enfrentar a una Libertad Avanza que, aunque con candidatos probos, carece aún de estructuras y nombres conocidos.
Fiel al libreto, y como lo hace en cada elección desde 1983, el oficialismo tucumano volvió a dividir a la oposición -que tampoco les cuesta mucho-: funcionales históricos como Ricardo Bussi, radicales indecisos que terminan votando con el peronismo, y partidos menores que se multiplican como hongos, muchos con generoso financiamiento oficial (solo un dato: si la oposición al peronismo tucumanos fuese unido sacarían alrededor del 55%, y serían gobierno).
Así, el poder de siempre busca perpetuarse y lo logra desde hace 40 años. En Tucumán, gobierna el peronismo prácticamente desde 1983 y, sin embargo, no hay una sola gran obra de infraestructura para mostrar. Todavía no existía Milei.
Los hospitales colapsan, las escuelas se caen, las comisarías están abandonadas y los caminos destruidos. Pero eso sí: cada campaña se inauguran focos nuevos, un par de cuadras de pavimento y un festival “gratuito” que se paga con el dinero de los contribuyentes. Nada es gratis muchachos. Con los miles de millones que se gastan en los festivales populares “gratuitos”, Tucumán debería ser Noruega o Dinamarca en infraestructura.
Ahora saturan con el discurso del “Estado Presente”; suena vacío cuando quienes lo repiten fueron el Estado durante cuatro décadas y no hicieron nada. Dicen que Nación no les envía fondos, pero Tucumán es la tercera provincia que más asistencia discrecional (ATN) recibió, aparte de la Coparticipación que por Ley le corresponde. Millones destinados a “emergencias hídricas” que nunca resolvieron nada: llueve y se inunda como hace 100 años, y al mismo tiempo falta agua potable en la mayoría de los barrios. El discurso de la emergencia ya no conmueve: conmueve la realidad.
El candidato oficialista insiste en que la provincia “se hace cargo sola” de la salud, la educación y la seguridad, pero olvida que esas son competencias provinciales. No se trata de heroísmo, sino de obligación.
Lo que en realidad duele en la dirigencia local es que ya no llegan los miles de millones discrecionales que durante años manejaron sin control, mientras la provincia seguía empobrecida y dependiente. ¿Y en qué se tradujo todo ese dinero? En clientelismo, empleo público sin función real y obras inconclusas. Pero nunca en progreso genuino.
En este contexto, Milei enfrenta un poder enquistado, una casta política, mediática y empresarial que no tolera perder privilegios. Cada movimiento del Presidente es amplificado, distorsionado o atacado. Se discuten sus formas, sus frases o su carácter, pero pocos se animan a discutir los resultados: por primera vez en décadas, Argentina tiene equilibrio fiscal y una inflación que retrocede, LA BASE DE TODO PROGRESO. Eso, en un país acostumbrado a gastar lo que no tiene, es revolucionario.
David contra Goliat
La pelea no parece, es desigual. Un Presidente sin gobernadores, sin mayoría parlamentaria, sin medios ni sindicatos aliados, enfrentado a todo un sistema que se defiende. Pero no es la primera vez que en la historia un David enfrenta a su Goliat. La diferencia es que, esta vez, David tiene el respaldo silencioso de millones de argentinos que entienden que el cambio duele, pero vale la pena. Que saben que los gritos del poder no son por amor al pueblo, sino por miedo a perder sus privilegios.
Las próximas elecciones legislativas definirán más que bancas. Definirán si el país sigue el rumbo del cambio o vuelve al pantano del pasado. Entre las chicanas, las presiones y las operaciones mediáticas, los argentinos tendrán en sus manos algo más grande que una boleta: la oportunidad de decidir su destino.
Porque, al final, Argentina será un país mejor a pesar de ciertos políticos, empresarios o medios de comunicación.
Y, como en aquella vieja historia, quizás David vuelva a vencer a Goliat.