Que Nación y Provincia sean de signos políticos diferentes conlleva un riesgo impredecible
En un país federal, con provincias autónomas, que un Gobierno central sea de un signo político y, una determinada provincia de un signo contrario, no constituye un problema ni institucional ni económico.
Pero, se está hablando de Argentina, un país que rompe los esquemas por donde se lo mire.
Desde la vuelta de la democracia, hace 40 años, se pudo comprobar que, las provincias que eran afín a la política nacional, tenían “ventaja” con respecto a las provincias que no “comulgaban” con el gobierno central. Con diferentes nombres a lo largo de los años, Nación “bajaba” fondos, fuera del presupuesto correspondiente, a las provincias “amigas”. Eso se mantiene hasta la actualidad.
Tucumán, salvo los dos años de De La Rúa y los cuatro años de Macri, siempre fue afín al Gobierno Nacional. Por lo tanto, siempre estuvo favorecida por los fondos enviados desde la Capital. Que se hayan utilizados para el progreso provincial es un tema para otro análisis, pero sí le permitió pagar sueldos y seguir engrosando el listado de empleados públicos.
El mismo Juan Manzur se quejó que, en los cuatro años de Macri, la provincia no recibió un peso para obra pública, por ejemplo.
Según las encuestas serias que se publican a nivel nacional, y según el termómetro de la calle (que es una encuesta real), existen muy pocas chances que el Frente de Todos gane la próxima elección. El próximo presidente o presidenta del país estaría entre alguien de Juntos por el Cambio y Milei.
Si en la provincia, según las encuestas que maneja el oficialismo, gana Jaldo, cabe preguntarse: ¿Los tucumanos sufrirán las consecuencias de un Gobierno Nacional antiperonista, con un grieta tremenda, y tener un gobierno provincial peronista?. Si Jaldo es gobernador, ¿se alineará con un hipotético Gobierno Central de otro signo político para poder evitar que Tucumán sea inviable?.
Para pensar.
