El entorno del ex presidente cuenta que Fernández no solía borrar los chats. Qué “hablará” ese teléfono
Si hace una semana todo era conmoción en el entorno de Alberto Fernández, ahora es enojo y preocupación extrema. El secuestro, este viernes por la noche, de su teléfono celular por parte de la Justicia terminó de encender las alertas por lo que puede surgir del dispositivo. Las consecuencias de eso, asumen, son aún insospechadas. Pero las estimaciones no auguran buenos pronósticos en ninguno de los frentes: el personal ni el profesional.
Los cercanos a Fernández creen que así como el análisis del celular de su ex secretaria privada María Cantero, en la causa de los seguros, terminó con el ex presidente acorralado por la causa de violencia de género contra Fabiola Yáñez, el reciente secuestro de su celular puede derivar en un “tsunami” de nuevas causas, según se animó a pronosticar una persona que supo integrar su entorno durante los años de gestión. No es el único. La preocupación está extendida.
Fueron varios los ex funcionarios que en las últimas horas -así como hicieron cuando supieron del secuestro del teléfono de Cantero- buscaron qué habían chateado con Alberto Fernández. Porque si hasta este viernes temían ser salpicados por la causa de violencia de género, donde varios podrían ser citados como testigos, desde que supieron que la Justicia tiene en su poder el teléfono de Fernández, todo es mucho peor. El ex presidente, cuentan, está furioso con Cantero por el manejo de su celular, en el que no borraba conversaciones de años, como la que mantuvo con Yáñez.
Fernández prácticamente nunca usaba Telegram, la más segura de las aplicaciones de comunicación telefónica, salvo para comunicarse con Cristina Kirchner. Tampoco usaba la configuración predeterminada para que después de un tiempo establecido se borraran las conversaciones automáticamente en su WhatsApp. Además, según sostienen cerca suyo, tampoco borraba personalmente los chats. Mantiene el mismo número desde que se unió a la telefonía celular en los años 90. Y ese número era lo suficientemente público como para que hablara con distintas personas.
Alberto Fernández almacenaba fotos y videos de las mujeres con las que mantenía algún tipo de vínculo. Eso, aunque bochornoso, es lo que menos preocupa a su entorno, que teme por el contenido de los chats con políticos, sus funcionarios y hombres y mujeres de los otros poderes del Estado.
Quienes lo conocen de cerca no confían en que haya borrado nada y que, si lo llegó a hacer, fue tan rústico y reciente que es más que factible que los peritos judiciales puedan recuperarlo. Incluso sospechan que puede haber intervenciones suyas no solo a nivel político, sino también en causas judiciales que, eventualmente, podrían complicar a terceros. “A Alberto se le cayeron las distintas banderas que levantó, como la del feminismo y la de la corrupción, pero a partir de ahora no sabemos qué más puede caer”, evaluó un peronista de “paladar negro” que por estas horas aguarda novedades.