San Charbel: el Santo del Líbano que enciende la Fe en Tucumán

Este domingo 20 de julio, a las 11 horas, la comunidad maronita de la provincia celebrará con devoción su fiesta en la Iglesia “Nuestro Señor del Milagro y San Marón”, ubicada en San Miguel de Tucumán

Por SIN CODIGO

En un mundo convulsionado por crisis, guerras y descreimiento, la figura de San Charbel Makhlouf, el monje libanés milagroso, sigue creciendo entre los fieles católicos de todo el mundo. Y Tucumán no es la excepción.

El calendario litúrgico romano conmemora a San Charbel cada 24 de julio, la tradición maronita -la rama oriental del catolicismo con sede en el Líbano- lo celebra el tercer domingo de julio, que este año cae el día 20. La fecha se vive con especial intensidad entre los descendientes de libaneses que mantienen viva la Fe de sus abuelos en esta tierra.

¿Quién fue San Charbel?

San Charbel nació en el año 1828 en Bekaa Kafra, una aldea montañosa del Líbano. A los 23 años ingresó a la orden maronita y más tarde se convirtió en ermitaño en el monasterio de Annaya, donde vivió en total austeridad, oración y penitencia por casi 25 años. Falleció en 1898, pero su historia apenas comenzaba.

Su cuerpo, enterrado en una simple tumba, permaneció incorrupto por años y comenzó a emanar un misterioso líquido que muchos fieles consideran milagroso. Desde entonces, se le atribuyen cientos de curaciones inexplicables, convirtiéndolo en uno de los santos más venerados de Oriente y en muchas comunidades católicas occidentales.

Fue canonizado por el Papa Pablo VI en 1977, y su fama de sanador espiritual se extendió rápidamente por Europa, América Latina y especialmente en los países donde hay presencia de inmigrantes libaneses.

Un pilar de la Iglesia Maronita

Para la orden libanesa maronita, San Charbel es mucho más que un Santo milagroso: es un modelo de vida consagrada. Su humildad, su entrega total a Dios y su aislamiento del mundo lo convierten en el símbolo de la espiritualidad oriental, profundamente marcada por el ascetismo y la contemplación. Los maronitas lo consideran el protector de los enfermos, el consuelo de los afligidos y el puente entre Oriente y Occidente dentro del cristianismo.

Tucumán también cree en San Charbel

En San Miguel de Tucumán, la comunidad maronita tiene un templo emblemático: la Iglesia “Nuestro Señor del Milagro y San Marón” -en la esquina de calle Santiago y Junín– donde todos los años se realiza la Festividad de San Charbel con misas y encuentros de oración. En un clima cargado de Fe, decenas de devotos acuden con velas, estampitas, pedidos de salud y agradecimientos.

La imagen de San Charbel, con su hábito negro y su rostro sereno, se ha vuelto familiar en muchas casas tucumanas. Su fama traspasa fronteras religiosas: hay quienes, sin ser maronitas ni católicos practicantes, le rezan con la esperanza de hallar Paz, alivio físico o fortaleza espiritual.

Un mensaje que no envejece

En tiempos donde todo parece urgente y ruidoso, la vida silenciosa de San Charbel interpela. Su elección de vivir en soledad, sin redes ni discursos, solo con Dios, conmueve a creyentes modernos que buscan espiritualidad en medio del caos cotidiano.

La fiesta de este domingo 20 de julio, a las 11 horas, no es solo un evento religioso. Es una oportunidad para reconectar con la Fe, con las raíces culturales de nuestros antepasados y con una forma de espiritualidad profunda, humilde y poderosa.

San Charbel sigue obrando milagros. Algunos visibles, otros invisibles. Pero todos igual de necesarios.

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