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Extorsión, negocios en La Salada y la custodia de los Moyano

Su cabeza calva, sus modales patoteriles y su voz ronca son inconfundibles en el mundo barrabrava. Sergio Alejandro Medina, el famoso Ale de Budge, que ayer lideró la emboscada a la facción oficial de la barra y terminó herido, tiene un prontuario que asusta y una vida dedicada a ponerse al margen de la ley. No sólo por su actividad dentro del planeta fútbol, sino también en las actividades en las ferias de ropa en el Conurbano, donde su grupo de barras hace seguridad privada y extorsiones para lo que guste mandar. Un poder que fue ganando a medida que ascendía en Los Borrachos del Tablón y en los gremios que lo contrataban para todo tipo de “trabajitos”. De hecho se lo vio en actos del Sindicato de Obreros Marítimos, en los de Panaderos, en el de la Industria Lechera, pero sobre todo en Camioneros, donde llegó a decidir quién subía y quién no a los palcos desde donde hablaban Hugo y Pablo Moyano.

 Para 2006, terminó siendo uno de los 46 que viajaron al Mundial de Alemania para consagrar a Los Borrachos como la barra argentina en aquel torneo. Y un año después, cuando sobrevino el cisma de la barra que terminó con el asesinato de Gonzalo Acro, Medina se quedó en el bando de los sucesores de Rousseau, Martín Araujo y Guillermo Caverna Godoy, que terminaron copando la parada y consagrándose como los nuevos jefes Borrachos.

Esa movida le permitió ser, junto al grupo de Beccar de los hermanos Mauro y Leandro Ferraras, los verdaderos ejecutores violentos de las políticas que armaban los líderes. De hecho, tras varios años de turbulencia interna, la entronización de Caverna y Martín de Ramos tuvo mucho que ver con la gente de armas tomar que Medina traía desde Lomas de Zamora. A la par, amparado en un trabajo como chofer de una bodeguera muy famosa con sede en Ingeniero Budge, podía blanquear su pertenencia a Camioneros y entrar en el círculo íntimo de los Moyano, donde ya había otro barra de zona Sur con peso propio: Roberto el Polaco Petrov.

Ese doble rol le permitió posicionarse como un hombre muy influyente en todo lo que ocurría en el Monumental, a la vez que en su grupo había gente pesada que tenía todo tipo de negocios en La Salada y sus alrededores. A tal punto que fue uno de los barras elegidos para amenazar al juez Sergio Pezzotta en 2011 en el entretiempo del partido de la Promoción contra Belgrano que condenó a River al descenso. Causa que insólitamente resolvió con una probation como el resto de la barra, en uno de los fallos más escandalosos de la Justicia en relación a la violencia en el fútbol. Lo único que le aplicaron fueron tareas comunitarias y una restricción administrativa para ir a la cancha. Al mismo tiempo, era el encargado de la barra de recaudar el impuesto Borracho a los puestos de comida y bebida que trabajan los días de partido. Así se le llama a la extorsión lisa y llana que hace la barra para dejar trabajar tranquilos a los que tienen concesiones dentro de la cancha y a aquellos que ponen su negocio en las afueras. Fue denunciado por esto ante la Justicia en una causa que llevó el juez Alberto Baños y que finalmente no le produjo ni un rasguño.

Por los negocios de la Salada, terminó baleado en junio de 2016 y fue internado en un hospital de Lomas de Zamora. Después de unos meses, ya recuperado, lo primero que hizo tras dejar el nosocomio fue volver a la cancha. Y reconstruir su poder a punto tal que para mediados de 2018 ya estaba en la puerta del palco de los actos de Camioneros y, en alianza con Caverna Godoy, en el paravalancha central de la tribuna Sívori.

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