El 24 de febrero de 2022 el presidente ruso ordenó invadir Ucrania
Lo que Vladimir Putin imaginó como una aventura militar que duraría apenas unos días se convirtió en una interminable, y agotadora, guerra que persiste hasta hoy sin un horizonte claro de culminación.
En estos mil días, Rusia sufrió la baja de alrededor de 730 mil soldados (entre muertos y heridos); la destrucción de 369 aviones; 329 helicópteros; 9.382 tanques; 19.092 vehículos blindados; 20.632 materiales de artillería; 999 sistemas de defensa aérea; 1.252 lanza cohetes móviles; 3.672 equipos especiales de comunicación y rastreo; 19.111 drones; 28 barcos y 29.548 camiones.
A esas cientos de miles de bajas humanas rusas -la mayoría del interior profundo del extenso país- se le agregan las sanciones internacionales que, si bien no causaron una profunda crisis económica, sí golpearon las finanzas de una nación que tiene que pedir favores -carísimos- para sostener sus números. Decenas de miles de millones de dólares están congeladas en cuentas de bancos europeos.
En estos casi tres años, Putin debió recurrir a todo tipo de alianzas para completar sus arsenales: desde drones iraníes hasta tecnología china, pasando por misiles norcoreanos.
La guerra le está costando caro a Putin. A tal punto que acudió a asistencia militar que podría molestar a su más importante socio: China. Tal es su debilidad. Selló un acuerdo con la dictadura de Kim Jong-un (Corea del Norte) para que 13 mil soldados norcoreanos combatan a las órdenes del Kremlin.
La decisión del presidente de EE.UU., Joe Biden, de autorizar el uso del sistema de misiles ATACMS en suelo ruso podría demorar -aún más- los planes de Moscú. Estos misiles tienen un alcance de 300 kilómetros, suficientes para lastimar bases aéreas y personal militar que hoy se sienten a resguardo del fuego enemigo. Desde esos lugares se alimentan las cadenas de suministros del personal ruso y se atacan ciudades ucranianas.
Volodimir Zelensky, presidente de Ucrania, tendrá más herramientas para negociar en una hipotética mesa de diálogo. También existe otro factor: ¿Kim Jong-un encontrará una excusa para atacar Corea del Sur si sus combatientes sufren el fuego norteamericano?.
Este martes, Putin firmó un decreto por el cual autoriza el uso de armas nucleares ante agresiones convencionales. Es en respuesta a la luz verde de la Casa Blanca a Ucrania. El Jefe del Kremlin amenaza con colocar al mundo al borde, otra vez, de la autodestrucción.
Es difícil -aunque no imposible- que Putin decida lanzar armas nucleares en soledad, sin avisar o consultar a Xi Jinping, su principal socio en esta sangrienta aventura bélica. ¿El jefe del régimen chino estaría de acuerdo con un bombardeo atómico que podría desatar un conflicto de proporciones apocalípticas? ¿Y si Kim Jong-un decide iniciar una excursión al sur? ¿Putin juega con esta alternativa? Beijing debería acelerar entonces sus planes sobre Taiwán: ¿está preparado? Las amenazas nucleares del jefe del Kremlin podrían quedar sólo en eso, amenazas, pero generan incomodidad entre sus amigos.
Todo esto en el contexto de un polvorín irresuelto en Medio Oriente.
Lo más posible es que, de momento, Moscú recrudezca sus ataques contra Ucrania y multiplique sus bombardeos sobre ciudades, represas, infraestructura sensible y poblaciones para destruirlas por completo. ¿Usará bombas termobáricas o antibunker de entre cinco y diez toneladas para aumentar el terror? Con ellas arrasaría poblaciones enteras. Lo que viene haciendo en los últimos mil días, pero más brutal y más rápido.
Con información de Laureano Pérez Izquierdo, Infobae