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Deseaban ser padres desde que se casaron en 1998. Como ella no quedaban embarazados y no querían someterse a tratamientos de fertilidad, optaron por la adopción

Guillermo tiene 62 años y no vio dormir a sus tres hijos en una cuna, ni tomar la mamadera, ni tuvo que despertarse de noche porque les empezaban a salir los dientes y lloraban. Pero Guillermo es tan papá como cualquiera, y se emociona con cada recuerdo que atesora de Emanuel, que tiene 17 años; Antonio, de 13; y Abel, de 12; los hijos que adoptó junto a su esposa, María de los Ángeles. Fue en el año 2017. “Hay algo que cada vez que me acuerdo se me hace un nudo en la garganta, y es cuando salieron del hogar para venir a casa. Antonio venía con una cajita de cartón en la mano y adentro llevaba un muñeco. Eran todas sus pertenencias. Todo lo que tenía. Y caminaba hacia nosotros con una carita de felicidad que, gracias a Dios, no me voy a borrar nunca. Hay pibes que lloran por una play, por un juguete, y él estaba lleno de alegría porque se iba con la familia”.

Pero Guillermo es padre también porque, tres meses después de vivir los cinco juntos, sus hijos le empezaron a decir “papá”. El “mamá” a María de los Ángeles llegó incluso antes: “Con mi esposa fue más rápido. 

Guillermo Zalocco vive en el barrio Villa Maipú, de San Martín, en el conurbano bonaerense. Tiene 62 años recién cumplidos, es docente jubilado desde julio de este año. Por eso, cuenta, “ahora tengo más tiempo para estar con ellos, para acompañarlos”. Conoció a su esposa, María de los Ángeles Albarracín (consultora de Recursos Humanos) en 1993, hace 31 años.

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Desde el inicio del matrimonio, Guillermo y María de los Ángeles desearon ser padres. La naturaleza dijo que no, ellos no quisieron someterse a tratamientos de fertilización. Guillermo le propuso: “Yo no tengo problema en adoptar”. A María de los Ángeles le pareció perfecto.

En la Dirección Nacional del Registro Único de Aspirantes a Guardas Adoptivas (más conocido como DNRUA), en Capital Federal, con material didáctico y hasta videos, les mostraron la situación real de la adopción. “Nos dijeron, ‘miren, la realidad es esta, el 95% de las personas buscan niños menores de tres años. Y uno solo. Y apenas el 5% restante busca mayores de edad y hermanos. La verdad es que vas a los hogares, y no hay bebés”.

En efecto, según las últimas cifras que publicó DNRUA, de agosto de 2024, los niños de 1, 2 y 3 años tienen el 83,67; 84,69 y el 84,94 por ciento respectivamente de disponibilidad adoptiva. Mientras que en el otro punto del rango etario, para los 11, 12, 13, 14 y 15 años tienen apenas el 3,05; 2,29; 1,08; 0,76 y 0,82 por ciento respectivamente. No obstante, la cantidad de adopciones creció en forma significativa: en 2005 hubo 14 adopciones y 18 guardias preadoptivas; en 2023 -último año completo-, ese número trepó a 422 y 442 respectivamente. En 2024, hasta el 1 de agosto, llevaban 166 y 254.

Una vez que superaron el temor de la primera barrera y “nos metimos en el circuito”, la decisión de adoptar y ser padres se fortaleció. Hoy, Guillermo puede dar cátedra: “Primero hay que ir al juzgado y anotarse. Si hay varios juzgados, siempre se debe preguntar cuál está de turno. Y así, ir viendo en varios… Te toman los datos y quedás registrado ahí”.

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En concreto, desde esa charla supieron con claridad que “lo más fácil, también por nuestras edades, sería adoptar hermanos. En 2015 yo tenía 53. Y le dije a mi esposa: ‘Bueno, nos tiramos hasta tres chicos, y que el más grande no tenga más de ocho o nueve años’. Una vez inscriptos, nos llamaron de varios juzgados”.

Entonces comenzó una rueda burocrática que los podría haber desanimado. “Sé que es por la defensa del niño, pero ya era como ir a una entrevista laboral. En cada juzgado que nos citaban por un caso de adopción, nos volvían a hacer todo el examen psicotécnico, la charla con sociólogos, trabajadores sociales, psicólogos. En todos repetían lo mismo. Por eso digo: es como ir por un trabajo, te pueden tomar o no”.

Una vez que se inscribieron en el Juzgado de Familia, los Zalocco comenzaron a figurar en el Registro Nacional de Adopciones. Es decir, podían ser elegidos por cualquier juzgado del país para iniciar los trámites. Aunque ahora, cuenta Guillermo, “intentan que un niño de Tartagal no sea enviado, ponele, a Ushuaia. Me dijeron, inclusive, que antes de declararlos en adoptabilidad, si no pueden estar con los progenitores, tratan de ubicar a los chicos con sus abuelos o algún familiar. Y en caso de que no se pueda, ahí sí quedan en condiciones de ser adoptados. Ahora, si sos del AMBA, te llaman del AMBA, de los juzgados cercanos. Hay casos, obvio, que cuando, por ejemplo, son cinco hermanos, se hacen convocatorias públicas en todo el país. Porque, ¿Quién está en condiciones de adoptar cinco chicos?”.

El 14 de febrero de 2017, los Zalocco recibieron un llamado desde el Juzgado 3 de Familia de San Isidro. Cuando llegaron a la entrevista, les explicaron que eran cuatro hermanos. Cuando conocieron la historia, aclararon que ellos podían adoptar a tres. “Vimos que el cuarto hermano, que era el mayor y hoy cumpliría 18 años, por sus antecedentes de vida y médicos, necesitaba atención exclusiva y permanente. Es más, ya se había intentado vincular a los cuatro con una familia y había fracasado. Porque a veces hay vinculaciones fallidas. Y no porque fueran malos. A veces, simplemente, no podés, por más amor que tengas. En estos casos, los chicos eligen a los padres, y viceversa. No es un paquete de yerba que te llevás de una estantería”, explica.

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Un mes más tarde, desde el Juzgado les comunicaron que eran los “candidatos”. Y el 26 de mayo, Guillermo y María de los Ángeles se encontraron por primera vez con los chicos en el hogar donde estaban internados. Por entonces, Emanuel tenía 9 años, Antonio 6 y Abel 5. “Primero tuvimos charlas con dos psicólogos, que nos acompañaron durante todo el proceso de vinculación. Son para sacarse el sombrero. Cuando los vimos, los llevaron a un playroom, para que estuvieran aislados de los otros chicos. Imaginate que todos tienen un deseo muy fuerte de tener una familia. A mí una vez uno muy chiquito, casi un bebé, me pedía upa, y yo iba por mis tres hijos. No sabés qué hacer. Es durísimo. Entonces, por prevención, el primer contacto se hace en un lugar aparte”.

Desde el inicio, entre los cinco hubo piel. Los primeros tres días fueron de mucho juego, de escondidas. Después comenzaron los paseos: primero una hora, luego un día entero, más tarde un fin de semana completo. “Todo fue muy paulatino. Eso depende de cada hogar, de los psicólogos que te acompañen, de la situación de cada chico, porque no todos reaccionan de la misma forma”, subraya.

Guillermo y su esposa salvaron a tres chicos. Les dieron una familia. Una unidad que puede tener muchas formas, pero un solo elemento catalizador, que el papá de Emanuel, Antonio y Abel sabe definir: “Somos sus padres. Nos podemos enojar con ellos a veces, retarlos. Pero nunca va a estar en juego ni en discusión el amor que les tenemos”.

Con información de Hugo Martín, Infobae

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