Murió Brigitte Bardot, la diva del cine francés, sex symbol y un ícono de la belleza

La vida de la actriz francesa estuvo marcada por el éxito, la controversia y una segunda etapa dedicada a proteger animales

Con su sensualidad y su espíritu libre, la actriz francesa Brigitte Bardot (BB), fallecida a los 91 años, fue un ícono mundial femenino antes de recluirse y dedicarse a la defensa de los animales y a dar polémicas declaraciones.

Conocida mundialmente, la actriz rodó medio centenar de películas, impuso un estilo de vestir simple y sensual, y forjó la leyenda de Saint-Tropez, en Francia, y de Buzios, en Brasil.

“Estoy muy orgullosa de la primera parte de mi vida, que ha sido un éxito y que ahora me permite tener una fama mundial que me ayuda mucho en la protección de los animales”, declaró la estrella en 2024.

Una vez le preguntaron qué actriz podía encarnarla en una película. “Ninguna. No hay ni una sola capaz de hacerlo” respondió sin dudar. “¿Qué les falta? Mi personalidad”.

Y fue aquella personalidad fuera de lo común la que le confirió el aura especial que desbordaba ampliamente su carrera cinematográfica.

Bardot irrumpe en la pantalla en 1956, con 22 años, en una película realizada especialmente para ella por su marido, el cineasta Roger VadimY Dios creó a la mujer.

“Fue el ídolo de toda una generación de mujeres, una referencia importante”, resume la periodista Marie-Dominique Lelièvre, autora de una biografía sobre la actriz.

El cantante brasileño Jorge Veiga le dedica una samba en 1960, luego versionada por numerosos artistas. En la vida real, Bardot muestra la misma libertad que su personaje.

“Una chica de su época, liberada de todo sentimiento de culpa, de todo tabú impuesto por la sociedad”, asegura el propio Vadim.

Perseguida por hordas de fotógrafos, Bardot perdió toda su privacidad incluso durante el parto de su hijo en 1960.

“La histeria que me rodeaba era una locura. La sala de partos instalada en mi casa, los fotógrafos detrás de las ventanas, los que se disfrazaban de médicos”, contó años después.

“Asocié el nacimiento de mi hijo con ese trauma”, confesó, refiriéndose a la relación con su único hijo, Nicolas, criado por su padre, el actor Jacques Charrier.

La actriz tuvo cuatro maridos: Roger Vadim, Jacques Charrier, el millonario Gunter Sachs y el industrial Bernard d’Ormale, su compañero hasta sus últimos días.

Saint-Tropez, el pueblo tranquilo de pescadores en el sur de Francia del que se enamora, se convierte en destino obligado de la “jet-set”.

A su casa, “La Madrague”, que conservará toda la vida, acuden un Bob Dylan adolescente que le dedica su primera canción o un John Lennon que tomó LSD para calmar sus nervios antes de la cita.

En un reciente libro publicado, sin embargo, lamentó que esa pequeña localidad se convirtió en “una ciudad de millonarios donde ya no se reconoce nada de su encanto”.

En 1973, hastiada por el desgaste de la gloria, la persecución de los paparazzis, decide brutalmente poner fin a su carrera cinematográfica, con apenas 38 años.

A partir de entonces empieza su segunda vida: la defensa de los animales, una causa que parecía excéntrica en esa época, pero que ella contribuirá a popularizar. Fue una acérrima activista antitaurina. En 1986 crea su propia fundación con ese objetivo.

Con el paso de las décadas, esa simpatía popular se transformará en desconcierto, ante los cada vez más controvertidos comentarios de la actriz.

En el umbral de los 80 años declara sus simpatías por la líder de extrema derecha francesa Marine Le Pen, a la que califica de “Juana de Arco del siglo XXI” en las elecciones presidenciales de 2012.

Y durante años opina sin moderación sobre los homosexuales, la migración o los musulmanes, lo que le vale varias condenas por incitación al odio racial.

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