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El turismo es una de las principales “empresas” en generar dinero a una ciudad, a un país. Señores turistas dejen Europa y Estados Unidos y vengan a la Argentina, es más divertido

La manifestación, del fin de semana pasado, que reunió a miles de personas en las calles de Barcelona para protestar contra la masificación turística recorrió la prensa internacional. Las imágenes de los manifestantes precintando de forma simbólica algún hotel o disparando chorros de agua con pistolas de plástico ha sorprendido a turistas sentados en las terrazas de bares son la expresión más viral, pero no la única de un malestar cada vez más profundo que va penetrando en toda la costa española, convertidas en epicentro del turismo en Europa. El malestar se extiende por varias ciudades y localidades de España, que vive récords de turismo

Barcelona fue la última en sumarse a la lista de ciudades y territorios que se han movilizado, durante los últimos meses, para exigir a las autoridades poner un límite a la llegada de visitantes, que experimenta un crecimiento galopante sobre todo tras el final de la pandemia de Covid-19. El primer territorio en movilizarse fueron las Islas Canarias. El 20 de abril pasado, decenas de miles de personas se concentraron en las ocho islas que componen el archipiélago para expresar su rechazo al turismo de masas.

El éxito de la convocatoria inspiró a otros territorios de la costa que también “padecen” unos problemas parecidos, como las Islas Baleares, Málaga o Cádiz. En Mallorca, se ha llegado a la situación de que algunos trabajadores venidos de fuera de la isla se ven obligados a vivir en casas rodantes ante la falta de alojamiento a largo plazo, pues los departamentos disponibles están todos de uso turístico. Este hecho que se ha traducido en escasez de algunas profesiones como maestros de escuela o profesionales sanitarios.

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El año pasado, España batió un récord de visitantes extranjeros al recibir más de 85 millones de turistas, casi un 20% más que en 2022. Para este año, las previsiones apuntan a otro nuevo récord con más de 91 millones de viajeros provenientes de otros países y que se añaden al turismo interno. El sector, que representa aproximadamente un 12% del PBI español, se concentra sobre todo en las regiones de la costa y en ciudades con un atractivo internacional, como Barcelona y Madrid. De hecho, tan solo seis comunidades (Cataluña, Canarias, Baleares, Andalucía, Madrid y Comunidad Valenciana) concentran el 90% del negocio turístico. Precisamente ahí, en la condensación turística en determinados barrios y pueblos, se halla la raíz del problema.

En Barcelona, las entidades convocantes explicaron que la movilización “da respuesta al malestar que existe en Barcelona” a causa de un modelo de crecimiento económico basado en la masificación turística, pues consideran que conlleva “enormes impactos negativos laboralmente, socialmente y ambientalmente”. Según las encuestas, más de un 60% de los barceloneses consideran que la urbe ha llegado al límite de turistas que puede acoger.

Con una población de 1,6 millones de habitantes, Barcelona acoge cada año unos 30 millones de turistas, lo que supone una fuerte presión a sus recursos naturales y servicios sociales. “Afecta a la vida de las personas de Barcelona precarizándolas y haciendo que no podamos vivir en nuestra ciudad”, denuncia Martí Cusó, vocero de la Asociación de Vecinos del Barrio Gótico, el casco antiguo. Se calcula que el sector da trabajo a unas 150.000 personas y representa el 14% del PBI local.

La multiplicación de la oferta de departamentos turísticos en plataformas digitales como Airbnb ha disparado el precio del alquiler en la capital catalana, expulsando de la ciudad a miles de jóvenes. Actualmente, el costo medio de un departamento de alquiler en Barcelona es de más de 1100 euros al mes, prácticamente el mismo valor que el salario mínimo. De acuerdo con los datos del propio consistorio, el precio de los alquileres ha crecido un 68% en la última década, mientras que los salarios lo hacían a un ritmo mucho menor.

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De hecho, una de las críticas de las entidades convocantes es que el turismo genera empleo de baja calidad, ya que es estacional y ofrece sueldos bajos. Ante el malestar popular, e inspirándose en la medida tomada por Nueva York, el alcalde de la capital catalana, el socialista Jaume Collboni, anunció que no renovará las licencias de los más de 10.100 pisos turísticos de la ciudad. Por lo tanto, se espera que en 2028 esta figura ya haya desaparecido de la realidad barcelonesa.

Otras ciudades europeas, como Venecia o Ámsterdam, participan de la misma cruzada. El pasado 25 de abril, la ciudad italiana introdujo una tasa de 5 euros por la simple entrada en el perímetro de la ciudad a todos los turistas que van a pasar el día, pero no duermen en sus hoteles. La medida ha llenado los cofres del municipio, pero no ha servido para reducir los visitantes. Por su parte, Ámsterdam ha prohibido la llegada de cruceros y la apertura de nuevos hoteles. Sin embargo, de momento, nadie ha encontrado la fórmula mágica para imponer un límite al crecimiento desbocado del turismo de masas.

Con información de Ricard González, La Nación

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