La actividad física moderada a vigorosa podría reducir el riesgo de desarrollar ciertas enfermedades, según un estudio preliminar de la Universidad de Fudan en Shanghái (China),
El estudio también encontró que cuanto más tiempo pasaban las personas sentadas, más probabilidades tenían de desarrollar ciertas enfermedades.
“Esta investigación destaca el papel de la actividad física y el sedentarismo como factores modificables que pueden mejorar la salud cerebral y reducir la incidencia de enfermedades”, explicó el autor del estudio, el doctor Jia-Yi Wu.
A partir de una base de datos del Reino Unido, los investigadores analizaron información de 73.411 personas con una edad promedio de 56 años que usaron dispositivos acelerómetros durante siete días para medir su actividad física, el gasto energético y el tiempo que pasaban sentadas. Estos son los 5 casos que fueron tenidos en cuenta:
Demencia
El deterioro cognitivo leve es la etapa entre el declive cognitivo que se puede esperar del envejecimiento normal y el declive más serio de la demencia. Quienes lo padecen pueden experimentar dificultades para recordar, razonar o concentrarse, aunque estos problemas no siempre afectan su vida cotidiana.
El estudio sugiere que mantenerse activo podría estar relacionado con una menor incidencia de demencia. La actividad física favorece la salud cerebral al mejorar la circulación sanguínea y reducir la inflamación, factores que pueden influir en el desarrollo de esta enfermedad. Las personas que desarrollaron demencia tuvieron un gasto energético diario promedio de 0,85 kilojulios por kilogramo, mientras que aquellas que no alcanzaron 1,22 kilojulios.
Los kilojulios (kJ) son una unidad de energía. Se usan para medir cuánta energía tiene un alimento o cuánta energía usa el cuerpo. Si pensamos en la energía como la “gasolina” que necesitamos para movernos, respirar y pensar, los kilojulios nos dicen cuánta “gasolina” hay en lo que comemos o gastamos en nuestras actividades. Así, una kilocaloría (kcal) es igual a 4,184 kilojulios (kJ).
Accidente cerebrovascular
Cada año, más de 11,9 millones de personas en todo el mundo sufren un accidente cerebrovascular (ACV), una de las principales causas de discapacidad y muerte. En América Latina, la tasa de mortalidad sigue siendo alarmante, con un aumento del 24,1% en las muertes en las últimas tres décadas.
El movimiento regular puede contribuir a la salud vascular y reducir el riesgo de accidente cerebrovascular. La práctica de ejercicio ayuda a mantener la presión arterial en niveles adecuados y a mejorar la función del sistema circulatorio.
Según el estudio, quienes sufrieron un accidente cerebrovascular presentaron un gasto energético de 1,02 kilojulios por kilogramo, inferior al de quienes no desarrollaron la enfermedad.
Uno de los factores más simples que contribuyen al riesgo de ACV es el sedentarismo. La falta de actividad física regular puede favorecer la acumulación de placa en las arterias y aumentar el riesgo de eventos cerebrovasculares.
Ansiedad
La ansiedad es una respuesta natural del organismo ante una amenaza, pero cuando se vuelve persistente e independiente de un peligro real, puede convertirse en un problema de salud.
Según el psicólogo Ronald Siegel, de la Harvard Medical School, esta emoción cumplió un papel clave en la evolución, permitiendo anticipar y evitar riesgos. Sin embargo, cuando la preocupación se vuelve constante y desproporcionada, puede derivar en síntomas físicos como insomnio, trastornos digestivos y dolor crónico.
Estudios han demostrado que la actividad física ayuda a reducir la ansiedad al liberar neurotransmisores como las endorfinas, que generan sensación de bienestar. Además, el ejercicio regular puede disminuir los niveles de cortisol y adrenalina, hormonas del estrés que, en exceso, afectan el sistema cardiovascular, digestivo y nervioso.
En la investigación de Universidad de Fudan, las personas que desarrollaron ansiedad presentaron un gasto energético de 1,10 kilojulios por kilogramo, menor que el de quienes no la padecieron.
Un estudio de la Universidad de Gotemburgo, en Suecia, señaló que la actividad física frecuente, incluidos los ejercicios extenuantes, puede aliviar los síntomas de la ansiedad, incluso en casos crónicos. Según la investigación, el entrenamiento de alta intensidad podría estimular una mayor liberación de endorfinas y generar cambios más marcados en la química cerebral en comparación con ejercicios de menor intensidad.
Depresión
La depresión se caracteriza por una tristeza persistente y la pérdida de interés en las actividades cotidianas. Su origen es multifactorial e involucra aspectos genéticos, biológicos, ambientales y psicológicos. A pesar de su alta prevalencia, muchas personas no buscan ayuda debido al estigma o la falta de información.
Moverse puede ser un factor protector contra la depresión. La actividad física no solo influye en el estado de ánimo, sino que también favorece la regulación del sueño y la producción de serotonina y dopamina.
La evidencia científica sugiere que el ejercicio puede ser una herramienta complementaria en el tratamiento de la depresión, al reducir la inflamación y mejorar la conectividad neuronal. Especialistas recomiendan la actividad física regular como parte de un enfoque integral que incluya apoyo psicológico y, en algunos casos, tratamiento farmacológico.
Según la Clínica Mayo, el ejercicio aporta diversos beneficios a la salud mental. Durante la actividad física, el cuerpo libera endorfinas, neurotransmisores que generan bienestar y reducen el estrés.
Además, concentrarse en el ejercicio permite alejar la mente de preocupaciones y pensamientos negativos. Alcanzar objetivos deportivos y notar mejoras en el rendimiento o la apariencia física también puede aumentar la autoestima. Por otro lado, muchas actividades deportivas facilitan la interacción social, un factor clave para el bienestar emocional. El deporte funciona como una vía para canalizar emociones y aliviar tensiones, contribuyendo al manejo del estrés.
Trastornos del sueño
El buen dormir es un factor clave de la salud humana. Las alteraciones e interrupciones del sueño afectan tanto la calidad como la cantidad de horas de descanso, lo que no solo provoca fatiga y dificultades para concentrarse, sino que también puede agravar afecciones de salud preexistentes.
El déficit de sueño crónico se ha relacionado con problemas cardiovasculares, deterioro cognitivo, debilitamiento del sistema inmunológico y un mayor riesgo de obesidad y diabetes tipo 2.
La evidencia científica indica que la actividad física puede ser una herramienta eficaz para mejorar la calidad del sueño y reducir el insomnio. El ejercicio aeróbico, así como una combinación de fuerza, equilibrio y flexibilidad, puede ser efectivo contra el insomnio.